"Lucrecia de León fue una mujer condenada por soñar. Lo cierto es que sus sueños eran lo que hoy llamaríamos políticamente incorrectos, si a esto añadimos unas nefastas influencias, tendremos posiblemente lo que fue Lucrecia: una víctima de la intransigencia de su época".

Se sabe que Lucrecia nació en Madrid en 1567, en el seno de una familia plebeya. A pesar de no tener una educación, su inteligencia y cultura hicieron que entrara a formar parte del servicio de una dama de la Corte, donde conoció a Felipe II. Sin embargo, la joven Lucrecia empezará a ser conocida por unos extraños sueños que se convertían en profecías acerca del devenir de los asuntos políticos más importantes del reino.

A pesar de la oposición de su padre, estos sueños comenzaron a ser relatados a don Alonso de Mendoza, canónigo de la catedral de Toledo y contrario a la política de los Austrias. Este religioso dio protección a Lucrecia de León a cambio de redactar y difundir sus profecías, las cuales moldeaba para que encajaran en sus intereses de oposición al gobierno de Felipe II.

Las visiones en sueños de Lucrecia de León comenzarán a ser muy conocidas y a ser tomadas en serio en todo el país, sobre todo cuando acierta la famosa derrota de la "Armada Invencible" en las costas de Inglaterra. El momento más crítico se viviría cuando vaticinó la reconquista de los musulmanes de la Península, donde comparaba a Felipe II con el rey visigodo don Rodrigo y en cuyo vaticinio decía que solo se salvarían de la destrucción musulmana aquellos que se escondieran en las murallas de Toledo y en la misteriosa cueva de Sopeña.

Tras esta profecía que auguraba el fin de los Habsburgo en España, se empezaron a acondicionar esa mítica cueva de Sopeña que hoy en día no se sabe donde podía estar ubicada. De hecho, se llegó a crear la Congregación de la Nueva Restauración para llevar a cabos los trabajos de reforma de la cueva, en la que había miembros tan conocidos como Juan de Herrera, constructor del complejo de El Escorial.

No obstante, al ver que no sucedía nada, Felipe II tomó cartas en el asunto al ver que todas las desgracias tenían que ver con sus políticas.

Mandó apresar a Lucrecia de León y a todos los que habían participado en lo que el monarca veía como una conspiración.

Lucrecia de León fue acusada de sedición, falsedad y pactos con el diablo, además de más cargos. Fue condenada a cien azotes, destierro de Madrid y dos años de reclusión en un convento (el hospital de San Lázaro en Toledo).

Durante su reclusión tendría una hija, tras haberse prometido con Diego de Vítores Tejeda antes de ser detenida.

Su castigo finalizó en 1595, que es cuando se pierde su pista y no vuelve a aparecer en ningún documento, siendo su caso conocido al estar recogido en los legajos de la Inquisición, que se pueden consultar en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.