Lo peor que le pudo pasar a Francia y a Europa toda, es la elección de Emmanuel Macron, un empleado de segunda categoría de la Banca Rothschild. El miedo a Marine Le Pen, hizo que los votantes eligieran lo que los grandes medios publicitarios denominados "prensa independiente", les indicara.
Los que votaron por Le Pen fueron con la única esperanza para Francia y el continente, ya que entendieron que este liberalismo absurdo sólo continuaría trayendo desgracias a sus pueblos.
Pensar que, con la compleja problemática internacional de esta época, un economista cuya única experiencia en política, estuvo alrededor del desacreditado gobierno de Hollande, podrá desempeñar un rol trascendente para el país y la C.E. resulta poco menos que ingenuo.
Representa la continuidad del orden establecido, a través de un chantaje por el miedo a las supuestas políticas ultraderechistas de su rival.
Es fácil advertir la manipulación de la opinión pública llevada a cabo, por como ejemplo, "La Liberation", cuando encabezó sus portadas con la frase: "Haga lo que quiera, pero vote a Macron".
Como en muchas partes del mundo, parece ser que los medios de comunicación están dirigiendo las elecciones a través de campañas de "miedo" pero cuya realidad oculta intereses de esos mismos sectores.
A Marine Le Pen le tocó ser la candidata de ese temor -el miedo a los inmigrantes, a la amenaza extranjera y al capitalismo financiero-.
Ella misma lo calificó no como el principiante que parece ser, sino como el candidato de los negocios para las élites y el que está preparado para el recorte de puestos laborales y del gasto público.
Los incautos votantes de este romántico y elegante nuevo presidente de Francia, no se dieron cuenta que el país se encuentra enredado en las cuentas pendientes del terrorismo internacional, precisamente por las históricas políticas internacionales asumidas como vagón de cola de los Estados Unidos y su intervencionismo asesino en Medio Oriente.
La única que tenía capacidad para solucionar en el futuro cercano el tema del terrorismo, era Le Pen, tomando las riendas de un problema que no cesará más que abandonando el protagonismo de secuaz del gendarme del mundo que asumió el país galo.
Además a medio y largo plazo, toda Europa se encuentra sumida en la disyuntiva de qué hacer con respecto a los refugiados.
Si se analizan las estadísticas de crecimiento de la población en estos países, se notará que es muy menor que la tasa de crecimiento de los inmigrantes y refugiados, quienes, a su vez, suelen recibir subsidios pagados por los ciudadanos nacionales... ¿Quién puede sostener que esos extranjeros en unos años no superarán a las poblaciones nativas, luego de esta pacífica y silenciosa nueva invasión musulmana?