Corría el 5 de junio de 1984, cuando el pabellón de baloncesto de Bengasi, se encontraba abarrotado para presenciar la ejecución de un ‘’traidor’’ al régimen dictatorial de Gaddafi. La televisión libia emitía en directo el juicio contra Sadiq Hamed Shwehdi (un joven de 30 años que había estudiado ingeniería en Estados Unidos).

Al volver a Libia, comenzó a criticar al régimen que oprimía al pueblo libio, divulgando todo aquello que había aprendido en Estados Unidos y reclamaba la misma libertad que había disfrutado en el país norteamericano para sus compatriotas.

Por aquel entonces, los libios estaban convencidos de que vivían en una democracia y de que Gaddafi era el líder que les guiaba contra el ‘’imperialismo norteamericano’’. Tras una hora de juicio, el tribunal le condenó a muerte y a morir en la horca por ‘’actividades terroristas’’. Los allí presentes, sedientos de sangre, celebran, como si su equipo hubiera ganado un título de fútbol, la decisión de los jueces. Comienzan a gritar, aplaudir y reír. Se abrazan unos a los otros mientras el condenado a muerte es llevado a la horca.

Incomprensiblemente, al abrirse la trampilla, el cuello de Sadiq no se rompe. Y de pronto, una joven del público salta a la cancha, corre hacia la víctima y comienza a tirarle fuertemente de las piernas para rematarlo.

Su nombre era: Huda Ben Amer. Finalmente, tras una larga agonía, Sadiq muere asfixiado. A partir de ese momento, Huda Ben Amer se convierte en Huda ‘’la ejecutora’’ y Gaddafi se encarga de convertirla en una de las mujeres más ricas y poderosas del país como recompensa a su lealtad. Huda le ejecutora no sólo formo parte del harén del siniestro líder libio, también fue nombrada Secretaria General del Congreso para el Control y la Inspección del Pueblo.

Su tarea consistía en liquidar a todos aquellos que pusieran en entredicho las decisiones del dictador libio aunque muchas veces, lo único que estaba en peligro era su propia supervivencia política. Por ello no dudó en delatar a estrechos colaboradores de Gaddafi para poder escalar puestos, hecho que le permitió convertirse en alcaldesa de Bengasi.

Y ahora, aquí en España, nos hemos topado con un ''personajillo'', no llega ni siquiera a la calidad de personaje, llamada Irene ‘’Montada’’. Irene, se ha convertido en la Huda ejecutora particular de la franquicia chavista. Consciente de sus limitaciones intelectuales y su escaso bagaje profesional, su gran virtud reside en delatar tras realizar el acto sexual con el líder de la franquicia (esperemos que sin azotes salvajes ni sangre de por medio), a sus compañeros de partido. La última víctima ha sido Errejón, que al igual que Sadiq, agonizaba hasta que Irene le ha rematado.