Esta semana ha tenido lugar un acontecimiento importante en el seno de Partido Socialista con la presentación como candidato a Secretario General del vasco Patxi López. Ya era hora de que un peso pesado asumiera responsabilidades en el histórico partido. Desde que huyera el último gran estandarte socialista, el genuino Rodríguez Zapatero, solo el pura raza Rubalcaba había honrado con su lucha y su presencia al partido. Lo cierto es que tras la cruenta realidad del legado dejado por Zapatero, ningún cabecilla se había atrevido a liderar el transatlántico.
Mientras que Pedro Sánchez, habiéndolo dado todo, ha dejado marcadas sus deficiencias, su falta de trayectoria personal y madurez política.
Ante un partido fragmentado y desdibujado habían decidido otorgar a la líder andaluza Susana Díaz el papel de gran salvadora, poderosa que sostiene al partido y gana elecciones contra marea. Pero lo cierto es que tantos atributos aún están por demostrar, y que pese al respaldo que recibe en su partido en la actualidad, no ha logrado tanto mérito como se le otorga. Recordemos que mantiene el poder en Andalucía solo gracias al apoyo de Ciudadanos, en una tierra que nunca ha gobernado otro partido que no haya sido el socialista.
Que por tanto el voto está fuertemente arraigado con el partido, llámese como se llame el líder en cuestión.
Pese a las matizaciones, suyo es el mérito, este sí, de haber entendido su potencial y haberlo defendido sin complejos, sabedora del electorado siempre favorable en Andalucía. Tendrá que pensarse bien su siguiente movimiento, ¿querrá medirse con sus compañeros nacionales o preferirá quedarse donde está, y proteger así su valiosa presidencia?
Ésta no solo es una decisión personal sino de partido, ya que si ella evita presentarse protegerá el valioso poder socialista en Andalucía.
Por su parte, Patxi López ha accedido, lo han convencido, va a dar la cara por su partido. Un movimiento razonable y sensato de la maquinaria socialista. Cortando de raíz las aventuras de Pedro Sánchez. Dando serenidad a un partido herido. Dando a su vez forma y perspectiva, focalizándolo en un líder conocido, un líder de consenso.