Encargado para la exposición Imprimer le monde, del Centro Pompidou de Paris, Digital Grotesque II, se trata de un complejo muro arabesco impreso en 3D, de 7 toneladas de arenisca, desarrollada por los arquitectos suizos Benjamín Dillenburger y Michael Hansmeyer.

Este segundo proyecto de la serie explora una nueva interacción entre el hombre y la máquina, una expresión espacial de la tecnología computacional y su posibilidad para crear un nuevo tipo de arquitectura: intrigante y sugerente; una arquitectura que recuerda a una obra de arte barroca, donde su belleza se materializa a través de una extraña relación entre el orden y el caos, una obra que parece querer generar sorpresa a cada paso.

En este proceso, los ordenadores han dejado de ser una herramienta de dibujo, para transformarse en una herramienta de diseño y ahora también de fabricación.

Estamos pasando de una producción en masa, heredada del sistema de Taylor, a una producción en serie de elementos personalizados: productos flexibles que permiten ser modificados frecuentemente en su fabricación sin bajar con esto la producción. Se trata de una exploración que busca desentrañar esta nueva relación entre diseñadores, ordenadores y arquitectura. Algo que para sus creadores Dillenburger y Hansmeyer, “deja atrás los paradigmas tradicionales de la racionalización y la estandarización, enfatizando por el contrario la percepción del observador, evocando la maravilla, la curiosidad y el desconcierto".

Se trata de una mirada fenomenológica digital, una percepción visceral de la arquitectura desde un punto de vista experimental, donde los diseñadores establecen una relación armónica y responsable entre la obra y las nuevas tecnologías digitales de fabricación. Una arquitectura prefabricada de proyectos únicos, al igual que las condiciones particulares que cada diseño encierra: una fuerza casi mágica perceptible a través de los sentidos.

Formas orgánicas

Luego de dos años de desarrollo, el equipo liderado por Dillenburger y Hansmeyer, elaboraron un complejo algoritmo con el suficiente poder de cálculo como para desarrollar complejas y sinuosas formas orgánicas, formas que parecen cobrar vida a cada instante. Para esto, el programa debió olvidar la geometría homeomórfica de Euclides, y utilizar un tipo particular de geometría, denominada topológica: una geometría que estudia las figuras y los cuerpos al ser sometidos a diferentes deformaciones como tracción, compresión o flexión.

Estos programas utilizan la geometría topológica con el objetivo de subdividir al objeto arquitectónico en infinitas partes, a diferentes escalas. Un proceso durante el cual, el ordenador propone miles de soluciones de diseño, las cuales se van optimizando con el objeto de producir diferentes respuestas emocionales en el espectador. Un nuevo método de fabricación que une el micro y el macro mundo en un conjunto de reglas predefinidas.

Cuatro metros de altura

Con casi cuatro metros de altura, se requirió solo un mes para su fabricación, y dos días para su montaje. Se trata de una combinación entre arquitectura, tecnología y belleza, una obra de arte, en donde no existe un punto focal, pero con el suficiente poder como para producir en el espectador una serie de sensaciones indescriptibles.

Estamos inmersos dentro de una nueva revolución industrial, un proceso de fabricación disruptivo a gran escala, que utiliza una técnica de adición de material por capas, a través de una boquilla que se desliza modelando en su recorrido el objeto tridimensional. Una forma viviente, fragmentada en cientos de superficies unidas, para desarrollar una estructura compleja que recuerda las construcciones creadas por la naturaleza

Para sus creadores, el proyecto Digital Grotesque, desarrolla un espacio narrativo ficticio, una Investigación científica que abandona la funcionalidad propugnada por el Movimiento Moderno de principios del siglo XX, para centrarse en los caracteres expresivos de la tecnología digital, y de este modo, generar un espacio fractal, que juega con los límites de la percepción.