El sueño de vivir en el campo y en el retiro, parece cada vez más una idea de pocos. Hoy en día, el 55% de la humanidad elige vivir en ciudades y la tendencia sigue en alza. Para el 2050 se espera que el 68% de la población mundial conviva en una urbe. Los datos encienden la alarma: cada vez hay más gente concentrada en lugares más reducidos. Lo que acelera la necesidad de adaptar las ciudades a una ola poblacional que no para de crecer. Cómo lograr, en ese contexto, ciudades cada vez más inteligentes y ecológicas –cada año la contaminación ambiental, le cuesta la vida a siete millones de personas en el mundo-.
Y cómo convertir la pesadilla logística y contaminante de transportar a diario un flujo ascendente de gente en las urbes, es hoy epicentro del debate y propuestas que empiezan a tomar forma de a poco, en ciudades pioneras y países de América Latina y el mundo.
Los expertos lidian con dos problemáticas: el impacto ecológico y, por otro lado, el hacinamiento. El primero, insisten, es un lento proceso de transformar el uso de combustible, por el uso de vehículos, primero híbridos y luego eléctricos –solo en el 2017 se vendieron 800 mil vehículos eléctricos, 100 mil de ellos buses-. El segundo, advierten, podría solucionarse con un modelo de transporte inteligente e interactivo: semáforos que se activan de acuerdo al flujo del transporte, transporte público interconectado y una sincronía de relojería suiza que permita que millones de personas vayan y vengan sin contratiempos.
Un ejemplo que aporta un estudio del MIT es el de los 14 mil taxis que taponan las calles de Nueva York y que podrían sustituirse –mal que les pese a los cineastas que disfrutan de filmar el paisaje neoyorquino, con la acuarela amarilla de taxis-, por dos mil microbuses de 10 pasajeros conectados con una app. El tiempo de viaje, según el informe, sería el mismo.
Pensar en el futuro del transporte exige creatividad, pero también un delicado equilibrio entre el medio ambiente. A nivel mundial, el transporte es responsable del 23% de las emisiones de dióxido de carbono y para el 2050, se espera que este porcentaje se duplique. Lo que afectará sin dudas, a una población cada vez más desbordada y geográficamente desbalanceada, que malgasta un tiempo valioso en el ir y venir diario.
América Latina y el giro hacia el transporte eléctrico
En América Latina, el giro hacia el transporte eléctrico ya es parte impostergable de la agenda de los gobiernos, más allá de toda ideología. En octubre de 2018, el XXI Foro de Ministros de Ambiente de América Latina y el Caribe estrenó el Diálogo de Movilidad Eléctrica: una red de contribución entre países para contagiar el entusiasmo, el compromiso y propuestas para volver la región cada día más sustentable.
Que uno modifique un hábito minúsculo y personal ya resulta titánico. Modificar una costumbre global, parece remotísimo. Pero no hay que engañarse. Entre los hitos que marcan el futuro del transporte en América Latina está la incorporación de flotas de taxis eléctricos en cinco países –México, Chile, Ecuador, Colombia y Brasil-, la instalación de estaciones de recarga interprovinciales, y la aprobación de leyes que promuevan el transporte eléctrico.
El caso de Chile, un ejemplo para la región
En Chile, impulsan un plan sin precedentes en América Latina: la Estrategia Nacional de Electromovilidad. Paradas inteligentes que indican tiempos de espera, compras de tickets vía telefónica con apps que incluyen mapeos del estado del tránsito, y para el 2050, proyectan que el 40% de los automóviles y la totalidad del transporte público sea eléctrico. Para alcanzar ese objetivo, se han coordinado los esfuerzos públicos y privados, y empresas líderes en el sector ya trabajan para alcanzar resultados. El Directorio de Transporte Público Metropolitano (DTPM) trabaja en conjunto con empresas como RATP Smart Systems, líder en el sector de los sistemas inteligentes de movilidad en Francia que asiste a las autoridades locales en la consolidación de la red de buses de Santiago.
Ya hay 200 buses funcionando.
En Costa Rica, otro de los países que están liderando esta transformación, en el último febrero, se presentó un plan para descarbonizar la economía. Algunos lo consideran un modelo de economía que puede convertirse en referente global. Incluye facilitar la importación de autos eléctricos, formar técnicos, fomentar el ensamblaje de vehículos eléctricos en el país, y dar privilegios a aquellos conductores que se inclinan por vehículos con cero emisiones. Se les otorga una identificación especial. Ellos no tienen restricciones de circular por la capital –como sucede con el resto de los automovilistas-, no pagan parquímetros y tienen estacionamientos públicos y privados libres de todo costo.
Recompensas a su aporte verde. Hay que recordarlo: Costa Rica no necesita del carbón para producir electricidad. Tiene fuentes renovables: eólica, solar, hidroeléctrica y geotérmica.
Los ejemplos de Chile y Costa Rica son buenas señales para un continente cada vez más ambientalmente insostenible. A pesar de que los coches eléctricos no superan las cuatro cifras, hay esfuerzos que se hacen notar y marcan tendencia. Una luz de esperanza en un mundo cada vez más consciente de que el futuro sin carbono debe empezar sin falta, hoy mismo.