El ayer, oh! el ayer. Fecha conclusa y caduca, pero cuya sombra nos persigue hasta el final. Quizás sea porque han crecido los días y la luz del atardecer hace que su lado melancólico brote como las mimosas en primavera, pero el ayer nunca termina de irse y continúa adherido a la memoria.
Podría decirse, o eso dicen, que la memoria es aquella relación selectiva de nuestros ayeres: el olor a verano en la ventana de la cocina, aquel febrero caluroso de ir en pantalones cortos al cole, los pósters de la pared adolescente, los pasillos del instituto, la abuela cuando tenía dientes, aquella perrita salchicha que un día desapareció y años más tarde fue descubierta en casa de un primo tercero, los trabajos de la Universidad, los pantalones Lois acampanados y un sinfín de "remembers" inconexos e incluso surrealistas que configuran nuestros más preciados recuerdos.
Y es que el ser humano es así de práctico, pasan veinte años y te das cuenta de que tienes más presente un paisaje bucólico determinado, o una canción de cuando la música sonaba en cassette que aquel dolor que casi te parte el corazón en dos y del que pensaste que nunca te recuperarías. Ironías de la vida, demos gracias por ello.
Ayer fue septiembre de 2016, por ejemplo, porque te dio la gana de que así fuese, porque han pasado casi tres años y porque eras del tamaño de un teléfono móvil y por lo cual decidiste que querías hacerte una foto y bautizarte en el acto. Porque tu nombre llegó de pronto, sin motivo ni razón, sin conexión alguna con cualquier realidad conocida. Y posaste como si no hubiese un mañana, y lo hubo, y todos aquellos futuros mañanas son hoy ayeres.
En este caso, ayeres predilectos.
Sin decir ni mu, mejor dicho, ni miau
Todo eso y mucho más fueron enseñanzas de Lanna, por eso este artículo hace honor a su nombre. Un nombre inventado, con doble "n" para que sea más cool, porque es rubia, y le pegaba. Cuando digo mucho más, hablo del término gatitud: "sentimiento de estima y reconocimiento que una persona tiene hacia quien le ha hecho un favor o prestado un servicio, por el cual desea corresponderle".
Realmente ese es el significado de gratitud. Pero le quitamos la "r", nos pasamos el quitapelo cuatro o cinco veces, y es exactamente lo mismo. No hay ninguna teoría científica sobre el tema, nada certero que lo demuestre, pero todos los comportamientos que muestran hacia nosotros derivan de un modo u otro de la relación entre madre y cría.
El gato tiende a levantar la cola, frotarse con su madre, mover las patas amasando y ronronear. Y a cambio las madres los lavan y arreglan. Como aquel día en el pilón con gel de cuerpo para humanos olor vainilla, toalla rosa y secador. Y como presumía con el pelo hinchado y lustroso ante el espejo, la jodía.
Quizás todo se resuma en que Lanna, realmente, ama
Otro día lo cuento. Quizás todo se resuma en que Lanna, realmente, ama. Con su lengua acartonada y áspera, con su barrigota gorda y sus escasos tres años de vida que han cambiado para siempre la de los que la rodean. Y todo sin decir ni mu, mejor dicho ni miau, porque Lanna no dice ni pío (no dice nada de nada, básicamente). Es una gata prácticamente muda, de ahí que sus enseñanzas tengan mucho más valor teniendo en cuenta la diferencia de razas e idiomas la separan. Una, humana y española, la otra felina y más bien parca en palabras.