Diversos Jefes de Estado, sobre todo provenientes de América Latina, recibieron la invitación a la toma de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. Uno de ellos fue el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien llegó el mismo día de la transición.

Alrededor de esta visita destacaron ciertas manifestaciones en contra de su presencia en México. Algunas pocas provenientes de la sociedad civil, y la más relevante por parte de la fracción del Partido Acción Nacional en la Cámara de Diputados a principios de noviembre. Los congresistas del blanquiazul tomaron la tribuna para protestar contra la presencia de Maduro el 1 de diciembre usando varios letreros que portaban.

Días más tarde, el entonces presidente del partido, Marcelo Torres Cofiño, entregó una carta en la que le pedía de igual manera a López Obrador que le retirara la invitación al presidente de Venezuela.

El porqué del recibimiento de Maduro

A pesar de que Maduro solo asistió a la comida con mandatarios y no a la toma en el congreso, se dio comienzo a una nueva etapa en la Política exterior de México. El ahora presidente de México ha mostrado de manera reiterada su convicción de entablar una relación amistosa con todas las naciones, incluyendo a Venezuela, y de no meterse en los asuntos internos de otros Estados, un concepto que de hecho está incluido en el séptimo párrafo del Artículo 2 de la Carta de Naciones Unidas.

Esta visión también se aprecia en México a través de la Doctrina Estrada, que promueve el mismo principio de la no-intervención y que ha caracterizado a la mayoría de los gobiernos en México. Uno de los actos más representativos fue lo acordado en la OEA a principios de los años sesenta, cuando los Estados Unidos instaron a que todos los Estados miembros rompieran relaciones diplomáticas con Cuba tras las medidas revolucionarias.

La decisión fue acatada por todos, a excepción de México, gracias a los principios de la diplomacia mexicana.

Esta doctrina, sin embargo, se ha roto en ciertas ocasiones, y precisamente se podría considerar como el ejemplo más reciente la participación de México en el Grupo de Lima, que ha establecido una agenda para atender la situación en Venezuela tras considerar que se ha roto el orden democrático en dicho país.

No obstante, con el cambio de planteamiento que promueve el gobierno entrante, podría contemplarse la salida de México del Grupo de Lima para poder deslindarse de la situación venezolana.

Oportunidades de una nueva agenda bilateral

Después de haberse alterado la relación entre México y Venezuela por los regímenes antagónicos del pasado, hoy en día se abre la posibilidad de fortalecer la cooperación bilateral, ya que tanto López Obrador como Maduro comparten una visión conjunta: el rechazo a la agenda global de corte neoliberal.

Este aspecto explicaría las graves circunstancias que prevalecen en Venezuela con la crisis actual, haciendo énfasis en las medidas hard power que han impuesto los Estados Unidos a dicho país a través de sus restricciones económicas, además de no descartar una intervención militar.

México, por otro lado, pudo darse cuenta brevemente de lo que sucede en Venezuela durante esta etapa de transición.

La cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, decidida a través de una consulta popular convocada por López Obrador, hizo temblar al peso y a la bolsa mexicana por haber trastocado los intereses de los capitales económicos. De seguir esta línea en contra de las élites financieras, como lo ha hecho Maduro, los ánimos de cambio significarán un reto enorme para el nuevo presidente mexicano, a pesar de intentar dialogar regularmente con estos actores.

Partiendo de la nueva coincidencia sobre el panorama global entre México y Venezuela, ambos estados podrían reanimar los anhelos de integración latinoamericana que gobiernos previos habían comenzado a construir.

Además de hacer frente a las adversidades que impone un mundo globalizado en pro del neoliberalismo, un problema que Venezuela sufre todos los días y podría encontrar en México un apoyo solidario. Ambos países son también potencias petroleras y pueden usar esa cualidad a su favor en el escenario internacional durante los próximos años.