Tal vez sea esta la pregunta que me hago todos los días cuando en el transporte público, en un día donde el sol grita: “¡Rayos!” Un hombre me ve las piernas y sube su mirada por mi cuerpo. Y se siente como algo incomodo, dan ganas de decir: “detente”. Porque no se queda ahí, no se conforma con verte, tiene la necesidad de decirte algo, lo que todos me dicen debo tomar como “piropo”, pero que tomo como una señal de alerta, de mirar hacia otro lado, de sentirme mal por la decisión que tomé esta mañana al salir de casa.

Pero esto no es todo, no se detiene.

No es solo ese piropo, son gritos en la calle, silbidos como si fueras un perro, comentarios subidos de tono. Y llegan los manoseos, otro día en el metro, donde un hombre te aprieta una nalga y te tragas la saliva que quisieras escupirle en la cara. Es tu silencio, porque tienes miedo, porque mamá a veces dice que no debes provocar, no debes gritar, porque tu madre te ama tanto y teme tanto que ha decidido callarte la boca para no callar tu existencia.

Porque creciste con un: “calladita te ves más bonita”. Porque aprendiste que eres alguien que debe estar en la cocina, saber planchar, saber barrer. Tú no lo llamabas machismo, no, pero no entendías por qué tu hermano no aprendía lo mismo. Porque algún día te vas a casar y puede que ese marido te golpee, te calle, te someta, pero debes esperarlo con ansias, soñar con tu boda, tu vestido, tu lista de invitados, tus testigos.

Porque puede que en algún punto te violen, o lo intenten, o lo piensen. Pero serás tú la culpable, no otro, no ese hombre, no ese violador. No, él solo estaba haciendo lo que tú provocabas. Así que te vistes como monja, sales con miedo a las calles, aprietas las llaves del coche, miras a todas partes. Corres, trotas, siempre más rápido es tu culpa por no gritar es tu culpa por no negar es tu culpa porque naciste Mujer y no lo puedes cambiar.

Porque si te matan, en México, fuiste una víctima más cuyo nombre no pasará a la historia, segurouna mujerzuela, seguro impura. Porque no hiciste lo que te dijeron, porque tu madre te lo advirtió e hiciste oídos sordos, porque tu abuela te educó, pero preferiste pedir perdón.

Pero no eres, ni soy la única, hay más voces:

Y tantas otras que no pueden hablar, que han sido calladas, que tienen miedo, que no saben qué hacer, que fueron asesinadas, ultrajadas, amenazadas.

¿Y todavía preguntan por qué existen movimientos como MeToo, como Cuéntalo? ¿Todavía creen que exageramos?