Si algo ha demostrado con consistencia la crisis territorial catalana es la explosión inevitable de la racionalidad como motor incuestionable de las acciones humanas; huyendo de la catarsis grotesca del zafio teatro secesionista, la ciudadanía ha alzado la voz, lidiando la primera batalla contra el amoral moralismo vacuo de los poderes mediáticos.

Y es que, mientras la supremacía de lo conceptual y lo abstracto como principales bases de pensamiento y acción en decisiones de trascendencia ha terminado degradando el encomiable espíritu del Imperio de la Ley y las reglas de juego democráticas, la ciudadanía ha demostrado que la practicidad es una cualidad imprescindible en tiempos de profundas transformaciones de toda índole; a pesar del lastre de la cerrazón de las ideologías categóricas posbélicas, en ocasiones nos olvidamos de profundizar en la coyuntura actual, dominada por un nuevo poder representado en la fuerza prematura, pero arrolladora, de las redes sociales; la fortaleza imparable del intercambio de ideas y opiniones de un modo instantáneo y completo.

La ciudadanía ha demostrado que la practicidad es una cualidad imprescindible en tiempos de profundas transformaciones de toda índole

Así, el nuevo poder ha democratizado las relaciones entre personas físicas, sin intermediarios tóxicos y burocratismos estériles; instrumentos como Google, Facebook o Twitter han derruido el muro entre instituciones y sociedad, propiciando un margen de libertad de opinión, de intercambio de saberes, percepciones y argumentos como jamás antes se había visto.

Una dramática consecuencia de todo ello ha sido el exponencial aumento de la influencia del Marxismo Cultural, e inmerso en la quintaesencia de gobiernos, medios y nuevos lobbies biempensantes, enteramente sumisos a su capacidad de convicción; así, este pensamiento ha corrido parejo, retroalimentándose, con el buenismo de una sociedad relajada en cuanto al espíritu crítico como consecuencia de la estabilización de la comodidad material y tecnológica, y expuesta a los focos de la farsa que el poderío de lo visual, la manipulación premeditada y exitosa de la imagen como principal estímulo de nuestros sentidos, ha propiciado; la imagen, favorecida por la comodidad material, ha penetrado todavía más en la sociedad gracias a las redes sociales; a través de sus imágenes este pensamiento único posmoderno ha distraído al hombre de la introspección, del cultivo de la mente en silencio; el aparente fracaso de la globalización como germen de un mundo de librepensadores.

Pero sólo aparente.

Nos olvidamos de profundizar en la coyuntura actual, dominada por un nuevo poder representado en la fuerza prematura, pero arrolladora, de las redes sociales.

El nacionalismo romántico, que fue motor de Hitler, funciona como base teórica del delirio secesionista catalán

Por desventura hemos de apreciar que pocas diferencias presentan estas tácticas publicitarias con el propagandismo tiránico de los totalitarismos clásicos; así, el nacionalismo romántico, que fue motor de Hitler, funciona como base teórica del delirio secesionista catalán, un delirio aislado, supremacista, racista y xenófobo, heredero fiel de un anquilosado carlismo ruralista; pero este fantasma no es la única forma de manipulación mediática que nos invade en el presente; la ideología de género, el ‘feminazismo’ o el ecologismo no son más que otros ejemplos del cientificismo materialista, abanderado de la preeminencia de la ingeniería social como nueva religión mundana.

Y cuando parecía que la decadencia de Occidente se materializaba inexorablemente, los españoles han despertado del letargo tras la preensión del ‘nazionalismo’ por minar el Estado de Derecho de una forma contundente y desafiante; contra todo pronóstico, la razón práctica de los hombres de a pie, de una sociedad varapaleada y humillada por el secesionismo infame, ha escapado del ostracismo al que la habían condenado, y gracias a la influencia de las redes sociales y su implícita libertad informativa –no hay más que observar el impacto inesperado pero clarificador del fenómeno ‘Tabarnia’– se ha rebelado sin complejos contra todo el aparato tiránico del separatismo victimista: la manifestación de apoyo a la españolidad como conciencia de sociedad libre y democrática ha sido toda una grata sorpresa frente a la eugenesia racista del procès infantil, la que ha controlado la mente de los catalanes durante tres decenios de manipulación digna de los más desalentadores relatos orwellianos.

El futuro se encuentra presente en el desarrollo libre de una economía dinámica, urbana, cosmopolita

Porque el mundo de hoy no ha perdido el norte ante los ataques continuos de fuerzas liberticidas, fuerzas perdedoras frente al impulso del progreso social y tecnológico, baluarte último de la racionalidad intrínseca del hombre. Porque la batalla en la cotidianidad ya no se libra entre ideologías trasnochadas e inamovibles, el futuro se encuentra presente en el desarrollo libre de una economía dinámica, urbana, cosmopolita, en la mejora de las condiciones de vida prácticas o el triunfo de la medicina como garantía del bienestar diario de las sociedades. La dialéctica de buenos y malos, izquierdas y derechas, españoles y catalanes, se ha perdido entre las negruras del tiempo histórico, y eso, los españoles, los ciudadanos de España y el mundo, han demostrado que lo saben.