El panorama desolador de la actualidad

Hace unos días, impulsado por el panorama desolador de las noticias de actualidad, dibujado por la crisis catalana, la violencia yihadista, la no yihadista como la masacre de Nevada y otras muchas pinceladas del surrealismo en el que vivimos, redactaba un artículo que no he llegado a publicar en el que era muy crítico.

Comentaba cómo la decadencia humana y los intereses egoístas de unos y otros nos están llevando a la autodestrucción, a las puertas de la guerra nuclear con Corea del Norte, a las peleas entre hermanos que se empiezan a asemejar a las que derivaron en la guerra civil española, a una Manipulación mediática de uno y otro bando que nos adoctrina cuales terroristas suicidas para que inmolemos nuestra convivencia y luchemos por sus intereses particulares camuflados entre supuestos intereses generales.

Hablaba de cómo este conglomerado de insultos al raciocinio humano, representan la muerte de la política, concebida como herramienta de unión y búsqueda del bien común. Hablaba de la muerte de los valores de cooperación que han permitido que el ser humano subsista desde la edad de piedra.

Pidiendo Unidad

Sin embargo, no he publicado este artículo, ya que mientras le daba los últimos retoques editoriales al mensaje de cierre, en el que hacía un llamamiento general a la unidad, a realizar una política, responsable con su esencia, que buscase el bien común y la cooperación, a que los medios informasen y no manipulasen, llegaba hasta mí el resplandor de varias mareas blancas clamando por la comunicación, también llegaban hasta mí los vientos que ondeando banderas catalanas y españolas, ambas rojas y amarillas, cargaban con un mensaje de cooperación y pedían mantenernos unidos.

Mi llamamiento ya lo estaban esgrimiendo miles de personas repartidas por toda la geografía española, incluida la Comunidad autónoma de Cataluña.

Estas manifestaciones de civismo, humanidad y compañerismo, para mí cumplían una función adicional. Me ayudaban a ver algo de luz sobre los turbulentos mares que nos ahogan bajo sus aguas, desmentían mis afirmaciones sobre la decadencia humana y social de nuestros tiempos, aunque es innegable la existencia de una grave crisis y que tenemos mucho trabajo por delante para reinventar nuestra política y nuestra sociedad, pero me he dado cuenta de que no esta tan moribunda como pensaba inicialmente, que no ha llegado a su fin y que nuestra sociedad es sabia a pesar de todo, así que me apoyaré en la gran sabiduría popular para afirmar que lo que no nos mata nos hace más fuertes, y que espero que de esta crisis salgamos más unidos que nunca, con mejores políticos, medios de comunicación más responsables y estemos mejor protegidos contra aquellos que buscan manipularnos en pro de sus intereses particulares.