Amalie Emmy Noether nació en Alemania en 1882, hija de Ida Amalia Kaufmann y del profesor de matemáticas Max Noether (de quien se conservan contribuciones al campo matemático como el Teorema de Brill-Noether , el teorema AF+BG o el de Max Noether)
La mayor de cuatro hermanos, desde pequeña Emmy tuvo problemas visuales y una particular manera de hablar que le hacía pronunciar con dificultad la letra ese, pero que en nada le mermaban para una mente brillante que demostró tener, usando la lógica de una manera rápida y nada usual para su edad.
Educada para ser esposa, madre y ama de casa
Como era normal para la época, la chica fue educada para limpiar y cocinar, por añadidura y para completar su educación también recibió clases de piano. Ninguna de las tareas que tuvo que aprender le entusiasmaron lo más mínimo, sin embargo su predilección por los idiomas le hizo ingresar a la universidad de Erlangen-Núremberg. Emmy se presentó al examen para profesora de inglés y francés, aprobando ambos con sobresaliente y quedando capacitada para dar clases en escuelas femeninas, pero en lugar de eso decidió seguir estudiando. En 1903, pese a las dificultades que la mujer tenía para acceder a una carrera universitaria, aprobó el examen de graduación que la capacitaba para estudiarla.
Una entre mil
La idea de que una mujer se incorporara a clases suponía un "peligro de alteración grave" y así quedó consensuado por el senado académico, permitiéndole las normas del momento tan solo asistir a clase (siempre bajo la previa aprobación de todo el profesorado). Conforme el siglo avanzaba los pocos derechos que la mujer tenía, fueron anulados por completo.
Paralelo a este declive educacional para la población femenina, sus ganas de luchar no hicieron más que aumentar y siguió estudiando, centrándose tan solo en las matemáticas, estudios sobre los que hizo su tesis, que fue bien acogida, pero de la que ella opinaría más tarde que era pura bazofia.
Pasión por su trabajo
Tal era su pasión por el mundo matemático, que en lugar de compartir con algún enamorado postales con mensajes de amor, las usaba para discutir con su amigo y colega Ernst Fischer sobre álgebra abstracta.
Indiscutiblemente era pasión lo que la movía, no de amor romántico, pero era pasión igualmente. Para resumir en pocas líneas la intensa vida de Emmy, habría que realizar un esquema en el que se indicaran los profesores y colegas que influyeron en su pensamiento y evolución, así como a los que ella influenció. Asimismo hay que señalar a sus alumnos, a quienes se les conocía como los alumnos de Noether, estudiantes ventajosos y brillantes sobre los demás.
Creadora, abstraída y apasionada
Tal era su dedicación a la enseñanza, que no cobró salario alguno hasta bien entrada en años. Queda constancia que despreciaba la moda, vivía de manera modesta y según los testimonios de sus alumnos incluso era bastante descuidada en el vestir y el aseo.
De todas maneras tampoco el dinero abundó en su vida, pues la mayor parte de su vida se la pasó dando clases sin cobrar (su trabajo no fue remunerado por el simple hecho de ser mujer, pese a que demostró ser una eminencia difícil de superar).
No se involucró nunca en relaciones sentimentales, lo único que le movía eran sus teoremas, todos de máxima importancia para el campo del álgebra abstracta. Se decía que era severa, pero paciente en las explicaciones a sus alumnos, con un aire maternal de dureza y a la vez de ternura que la hacían muy particular.
Huida de Alemania
Como a todo judío en época del Tercer Reich, el fin de su tiempo en el país germano llegó. Por suerte no fue la muerte quien dio fin a sus días allí, sino el viaje a EEUU donde gracias a algunos colegas que intervinieron por ella fue requerida por dos fundaciones.
Finalmente le fue concedida una beca en Bryn Mawr donde obtuvo un puesto en 1933. Dos años más tarde un quiste de ovario del tamaño de un melón terminaría con ella tras una operación, que no parecía conllevar complicaciones, pero que finalmente acabó con su vida.
Emmy Noether nos dejó como legado un trabajo extenso y decisivo para el mundo matemático. Su aportación fue escasamente reconocida en vida y no hubo sueldo que recompensara el trabajo tan valioso que ejerció, aun así, su dedicación fue plena y demostró sobradamente su vocación, priorizándola por sobre todas las cosas.