Vivimos en un siglo en el que "lo más normal del mundo" es que los niños desde edad escolar tengan móviles y naveguen con total libertad por Internet. Hace solo unos meses iba por la calle y pasaron por mi lado unas dulces criaturas de no más de diez años con sus uniformes del colegio, ¿su tema de conversación? Que habían bloqueado a una chica del Whatsapp porque les atosigaba a mensajes. Cuando yo tenía esa edad, y os aseguro que no hace más de una década, solo pensaba en que ojalá me regalaran ropa nueva para la Barbie.

El mundo evolucionada a la velocidad de la luz, continuamente avanzamos a un futuro en el que posiblemente nos paguen porque estar sentados en casa comiendo y viendo la tele.

Vivimos en una sociedad en la que los niños aprenden a usar antes una tablet que a dejar de usar pañales. Que posiblemente vean antes una película porno que Pretty Woman -algo bastante complicado porque cada vez que enciendo la tele ahí esta Julia Robert con peluca rubia y botas kilométricas-.

Actualmente, en Estados Unidos hasta los 21 años no puedes comprar ni consumir alcohol legalmente, pero con 18 años puedes comprar un armar, con 17 años puedes votar en las primarias y con 16 años puedes conducir un vehículo. En España, con 16 años se puede comenzar a trabajar legalmente, con esa edad también puede abortar si uno de los padres lo consiente e incluso se permite a los menores de esa edad casarse pero hasta los 18 años no pueden ni consumir alcohol, ni comprarlo, ni conducir, ni votar.

Además de haber discotecas en las que no te permiten entrar hasta tener 26 años.

Esta misma mañana he leído que Podemos, el partido liderado por Pablo Iglesias, va a presentar en el Congreso de los Diputados la ley LGTBIfobia para permitir que a partir de los 12 años un menor pueda decidir si cambiar de sexo sin el consentimiento paterno.

¿En qué clase de mundo estamos viviendo? En vez de cambiar la educación que le damos a los menores y enseñarles valores básicos como el respeto y la tolerancia, preferimos empujar a los niños a que sean adultos, a que tomen decisiones que cambien próximos 70 años de su vida cuando solo han vivido un 10% de ella.

Si en las casas se enseñara que todas las personas son iguales sin importar a quién amen o a qué tiene entre las piernas posiblemente los niños solo se preocuparán de ser niños.

De no estar pendiente del Whatsapp, de no preocuparse por no tener suficientes me gustas en una foto, sino de vivir. Libres, sin preocupaciones, disfrutando cada minuto de esas inocentes vidas que hace relativamente poco tuvimos algunos la fortuna de vivir y que hoy recordamos con anhelo. No le echemos más cargas a esos niños que no se sienten felices en sus cuerpos, enseñémosles que si quieren llegar falda que la lleven, si quieren ir disfrazados de princesa que así sea y que disfruten de todo ello sin preocuparse de que nadie se va a reír de ellos. Y si dentro de unos años siguen deseando ser otros que no se encuentren piedras en el camino y que recuerden sus primeros años de vida con felicidad.

Quizás mucha gente pueda pensar que todo esto es algo utópico y que es imposible pero a mí, por suerte o por desgracia, en el colegio me enseñaron que mi libertad termina donde empieza la de mi compañero.