Una ingeniosa pluma frente a las de Quevedo y Lope

¿Quién era María de Zayas? ¿Existe un solo libro de texto en las escuelas o institutos de nuestro país donde aparezca su vida y obra? Si es así, se le estaría haciendo justicia pero me temo que ni una mínima alusión se hace a su persona ni a la magnífica obra que dejó como valioso legado y que desapareció del mapa como una cortina de humo que se desvanece para siempre. Fue María de Zayas todo un ejemplo de modernidad y valentía en pleno siglo XVII. El llamado Siglo de Oro en las artes trajo consigo la presencia de Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Mateo Alemán y si en ellos el verso es espléndido y magistral, nada tenían de menos los escritos de María, ni en verso ni en prosa, pues fue destacada su obra y hasta hubo quien le plagió su estilo de novela y quien también tradujo su obra a lengua extranjera.

Fue María hija de un capitán de infantería, motivo por el cual viajó mucho al cambiar este de destino y de lo cual queda constancia en sus obras editadas, donde aparece el lugar de impresión.

¿Una escritora tradicional?

Sin menospreciar nunca el nivel social de cada persona, no resulta sorprendente que la chica aprendiera a leer y escribir, facilidades tuvo para hacerlo gracias a la comodidad en la que su familia vivía, otra cosa es alabar su dedicación a escribir y más aún el tema que eligió. Podría haberse dedicado a componer cursis poemas de amor en los que en cada verso se derritieran de gusto, que en verdad también los hizo, pero con la particularidad de que sus personajes femeninos eran fuertes, seguros de sí mismas y decididos y no caían rendidos ante la atracción del enamorado, sino que se dejaban llevar por satisfacer sus necesidades sexuales.

A eso se le llama empoderarse y lo demás son cuentos.

Nace en ella una visión totalmente innovadora del papel de la mujer en la sociedad por la que ella apuesta, enfocando sus escritos al tema del empoderamiento femenino cuando ni siquiera el término se había creado, ni imaginado. Se unen en ella pues, las ganas de escribir con una intención claramente pedagógica, que no moralista ni sermoneadora, haciendo hincapié en la crítica social, objetivo principal en todas sus obras.

Por esta razón se cuida María de que su lenguaje sea claro, alejándose de las fórmulas culteranas de la época, para llegar así a ser entendida por la gran mayoría, no buscando en ningún momento vanagloriarse de un estilo culto ni elitista.

Otra gran mujer para acrecentar el cajón el olvido

De lengua pícara, atrevida y directa, su pluma no es más que el reflejo de sus sentimientos y quejas, que lo mismo transforma en novela picaresca (sí, ¡sorpresa!...no solo los hombres se lucieron en este género) que se dedica a escribir una serie de cuentos eróticos, EL jardín de Venus, que supuso algo inesperado, rabiosamente novedoso, descarado y hasta desafiante, rompiendo esquemas y abriendo nuevos caminos antes intransitables para las escritoras.

Resulta curioso sin embargo observar como no hubo en sus dias ni censura ni orden de prohibición sobre su obra como sí ocurrió dos siglos más tardes ¿pero eso como puede ser? ¿Qué tipo de desarrollo cultural se llevó a cabo desde el siglo XVII al XX que la censura actuó tal como lo hubiera hecho la Inquisición? Pues sorprendentemente así fue, censuraron sus obras etiquetándolas de “libertinas”, “obscenas” y “crudas”, motivo por el cual muy probablemente nuestros estudiantes no pueden disfrutar de la literatura de María de Zayas dentro del plan de estudios.

Parece mentira que la evolución en ciertas materias y dependiendo de la mente del dirigente del momento, sea involución y hasta retroceso bestial, por eso será que solo queda constancia en la enseñanza de nuestros jóvenes los nombres de los varones del siglo de Oro, que también tenían sus atrevimientos porque Quevedo de inocente pajarito tenia bien poco y soltaba por esa boca todo lo que se le venía en gana y más, pero claro, contaba con una ventaja frente a María que jamás podría ella tener y era su condición de macho, precisamente contra lo que luchó María y de lo que queda constancia. Que si durante dos centurias ha sido injustamente ignorada, ya toca que su nombre y sus letras figuren en el lugar que le corresponde en la historia de nuestra literatura.