Romanticismo literario, escuela de viejas creencias

¿Quién no ha leído alguna vez algún poema de amor?

Poemas hay tantos y tan dispares como poetas surgen por el camino.

Si tan solo nos paramos en los más grandes, en aquellos que finalmente quedaron como exponentes de determinada época y que los libros de texto mencionan para que los chiquillos los estudien, entonces, sin duda la lista se reduce notablemente.

De Espronceda a Zorrilla sin olvidarnos del Duque de Rivas, hasta llegar a mi adorado Bécquer, hallaremos una colección de poemas donde se nos darán claras muestras de lo exacerbado que el romanticismo puede llegar a ser.

Eran esas composiciones dulces regalos, con abundantes metáforas y comparaciones que enaltecían los rasgos de la enamorada, a la que se adoraba. Algo así como a una diosa y ante la que se postraba el poeta como feligrés devoto.

Aquellos eran tiempos de rendir pleitesía extrema para conseguir, no ya un beso sino una mirada que dejara constancia de su existencia. De ellas se sirvieron el poeta y el enamorado, que las hacía suyas, que es tema la jodienda que a todos nos atañe y el conseguir la conquista el único objetivo.

Pasada la etapa más bonita y trabajosa del juego de seducción llegan dos alternativas, seguir enamorando a la conquistada o hacerse el sueco y esfumarse sin dejar huella. Tome el conquistador la postura que tome, en ambos extremos entra en juego la palabra patriarcado y todo lo que esta conlleva, que no es poco.

¿Pero qué tiene que ver el amor y el romanticismo con el patriarcado? Pues nada aparentemente y todo, desde la misma raíz de la sociedad en la que vivimos.

¿Es sano tanto romanticismo?

¿Es posible amar sin celar a la persona amada? ¿Existe ese amor cargado de tintes románticos, que respete los límites de la individualidad del otro sin adueñarse de éste?

Qué duda cabe que toda relación comienza bajo los más bonitos sentimientos, los más puros, los más complacientes, los más benévolos…sí, ¡Cuánta buena disposición!

¿Qué ocurre entonces para que de una postura utópica de enamoramiento se termine la relación en ocasiones en asesinato? La pregunta dicha así suena a trama de novela policíaca, pero nada que ver, la realidad siempre superará a la ficción en cuanto a crudeza y crueldad.

Pero no adelantemos acontecimientos, sigamos construyendo la casa desde los cimientos, que nunca a nadie se le ocurrió comenzarla por el tejado.

Hay que reconocer que al comienzo de una relación todo se ve de color rosa, tanto que todo parece ideal, cualquier propuesta, cualquier gesto, cualquier actitud, todo cuanto venga de la persona amada resulta ser perfecto. Los detalles cuentan mucho, los regalos, las palabras cariñosas, incluso el tener a la persona amada pendiente de uno o una las veinticuatro horas del día se ve como algo maravilloso, ¡Cuántas atenciones, cuánta dedicación!

¿Pero no está tanta exagerada atención sobrepasando los límites de la atención, para llegar al acoso? Superar la dosis de cuidados llega inevitablemente a un control absoluto de la vida del otro, saber todo lo que hace, con quien habla, adonde va, en resumen, convertirse en la sombra del otro por protegerle o bajo la excusa de que no puede vivir sin él, no es más que manipularlo descaradamente y anular de un solo golpe su autonomía, independencia e individualidad.

Ocurre entonces que con el tiempo algunas veces las relaciones se deterioran, uno de ellos se impone como el más fuerte es el que decreta y hace obedecer sus órdenes, mientras el más débil, el sumiso, sin darse cuenta va convirtiéndose en su presa, creyendo paradójicamente que todo es por su bien.

En este reparto de roles no tiene por qué suceder nada, si ambos aceptan esta jerarquización, lo malo es cuando la violencia aparece como telón de fondo para hacer cumplir las normas que el dominante establece. Puede pasar entonces que el que está en desventaja, se niegue a cumplir o incluso obedeciendo, reciba castigo, pues ya llegados a cierto punto de destrucción solo la violencia psíquica o física es la constante entre ambos individuos.

Lejos quedan entonces los momentos dulces, las palabras bonitas pasan a verse ridículas, los poemas resultan patéticos y todo cuanto provenga del otro es motivo de enojo y hasta repulsión.

¿Dónde quedó el romanticismo y la buena voluntad? ¿Y sobre todo, qué función tiene el patriarcado en todo esto?

Quizás aquello que en un principio era lo más romántico y encantador, era una simple estrategia de manipulación, soterrada, disimulada y fina, para hacer cumplir el rol que a cada cual el patriarcado impone. Es decir, el hombre tiene su papel muy bien marcado y la mujer también, de manera que cualquiera de los dos que saque los pies del tiesto, rompe el esquema que lo único que pretende es fijar los deberes que a hombres y mujeres nos han endosado.

Se trata de luchar entonces contra creencias muy enraizadas en nuestro subconsciente, que nos limitan y que si no nos paramos a pensar y analizarlas, nos guían como a borregos sin voluntad propia, por una vida de insatisfacciones plenas.

Coeducar en igualdad de género

Para hablar de coeducación lo primero que habría que decir es que el término es relativamente nuevo, que surgió ante la necesidad de darles una nueva visión de las relaciones sociales a nuestros jóvenes. Había que dar el salto de la teoría a la práctica, tenía que hacerse cumplir los derechos reconocidos a la mujer en la primera conferencia de Beijing en un lejano 1967 y que apenas ahora se impone en la sociedad, como un intento desesperado para que la convivencia entre ambos géneros sea, al menos, pacífica.

Detenernos a pensar que aún en nuestros días las muertes causadas a manos de maridos o ex parejas son televisadas casi a diario y en cualquier parte del mundo, causa horror.

Queda manifiesto en estos asesinatos, falta de comunicación en la pareja, desamor a raudales, posesión absoluta del otro como si de un objeto se tratara, mucho también de intolerancia y algo de enfermedad mental, pues el negarse a aceptar la decisión del otro con total respeto, lo menos que nos desvela es una gran falta de civismo.

Afortunadamente los medios públicos apoyan continuamente la no violencia hacia la mujer, pues se diga lo que se diga es la única víctima de Violencia de género.

Algo va cambiando, a paso lento, muy lento, pero va…afortunadamente.

También la conciencia colectiva encuentra desmedida la actitud de algunos individuos hacia sus ex parejas y esto se manifiesta en la repulsa hacia estos crímenes, con manifestaciones, con minutos de silencio por la fallecida y dando muestras de apoyo a sus familias. Por otra parte hay que reconocer que de las pocas medidas positivas del sistema educativo, una ha sido tocar el tema de la igualdad de género con programas que sirven para que el alumnado tome conciencia.

Una iniciativa que es de agradecer y tener fe en que de ahí salga algún progreso, que erradique de una vez por todas esta lacra social que mata sin derecho ni justificación alguna, pues nada, nada, puede justificar arrebatar la vida a nadie.