La ciencia se empeña a veces en demostrar, de manera rigurosa y palpable, verdades que solo pueden quedar a medias, pues no hay estudio científico que sea capaz de abordar algunos temas. Entre ellos encontraríamos la eterna dicotomía que oscila en clasificar al recién nacido como bueno o malo por naturaleza. Tan concienzuda será la pugna, como aquella que se puede establecer al tratar el orden de aparición de la gallina o el huevo, argumentos imperecederos que nunca le faltan feligreses que defienden con verdadera vehemencia alguna de las dos posturas.

Así mismo, las opiniones, a veces apoyadas en algún estudio científico o simplemente defendidas partiendo de las bases de algunos de nuestros ilustres filósofos, dan para crear un gran catálogo de opiniones, tantas como defensores intervengan en el debate.

¿En verdad somos así o nos moldean?

Ni las medias tintas aclaran nada, ni las verdades categóricas son acertadas. Afirmar que un recién nacido llega al mundo con una carga de maldad del cien por cien es apostar por una humanidad malvada desde la raíz y, si es así, ¿cómo y por qué surge la bondad en nosotros? Porque por mucho que se afirme esa sentencia, gestos de bondad y amor se repiten por cualquier lugar a diario, sembrando el mundo de empatía y buenas vibras.

Entonces, ¿la bondad y el amor se adquieren? ¿Será que nacemos con esa característica natural y se malogra por motivos externos?

Para algunos todos nacemos buenos e inocentes, una cantidad de virtudes que poco a poco se malogran hasta llegar a sustituir toda esa virtud maravillosa por el polo opuesto. Para otros, sin embargo, no hay ni un ápice de bondad en nosotros y eso lo intentan demostrar por el comportamiento que se observa en los infantes, que se manifiestan sin ningún tipo de problema tal como son, sin respetar normas sociales ni modelos de conducta, afirmando que son egoístas y crueles los unos con los otros sin ningún miramiento.

Unos patrones que nos hacen perder nuestra identidad

No hablar con propiedad y decir "digo donde se quiso decir Diego" también es un dato importante en este peliagudo tema. Confundir maldad con desobediencia o amor propio con egoísmo, no es lo mejor para la salud mental de un pequeño que justo comienza a andar por este mundo nuestro.

Hacer que un niño reprima sus deseos de gritar, correr o simplemente decir lo que verdaderamente desea, tampoco parece justo y además resulta bastante frustrante para ellos, de ahí nacen las rabietas, los malos modos y los enojos internos que desgraciadamente pueden tornar en algún tipo de enfermedad física o mental, una diabetes, depresión o cualquier tipo de enfermedad de carácter emocional. Por otro lado, vivir sin unas normas sociales y unas leyes que nos controlen, parece una utopía totalmente imposible, ¿pero será así?

¿Podemos hacer algo para mejorar la sociedad?

Pero, ¿estaremos haciendo lo mejor que podemos? Desde siempre se castigó al verdugo con duras palabras que lo calificarían para siempre de criminal o ladrón y de las que nunca jamás se podría desprender, aunque hubiese pagado condena y estuviese arrepentido de sus actos.

¿Será que nuestro sistema no permite corrección de errores a los delincuentes, abocándolos a la exclusión social inevitable? ¿Será que no podemos educar a nuestros pequeños para no llegar a esos límites de violencia que generan funestas situaciones?

Si seguimos creyendo que el mejor remedio para corregir una conducta inadecuada y dañina socialmente es castigar al prójimo, el círculo se cerrará siguiendo un hilo de inconformismo y rebeldía que no hará otra cosa que empeorar el comportamiento del castigado. Como decía nuestra maravillosa Concepción Arenal: “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”. Y es que, según ella, educar en el amor era indispensable para hacer de los seres humanos almas bondadosas y rectas.

Y es que nuestra Concepción, nuestra visitadora de cárceles, como punta del iceberg y muestra de máxima bondad y altruismo innato al ser humano, para ella “el amor es para el niño lo que el sol para las flores, no le basta el pan y necesita caricias para ser buenos".