En los últimos días, yendo en metro, me he dado cuenta de algo. Las personas, la gente, los humanos. Sí, está claro que estarán ahí, para eso existe el transporte público. Lo curioso es que hay muchas, demasiadas a ciertas horas. Miles de historias no contadas, ahí va cada uno con sus pensamientos, con lo bueno con lo malo de su vida.

Pero, sobre todo por la mañana, se pueden ver caras largas, casi nadie sonríe, lo mismo que ocurre cuando acaba la jornada laboral. Los adolescentes, los niños con cara de sueño... Sin ganas de ir a clase, pensando en todo menos en estudiar.

Los currantes, ¿qué es de ellos? Parecen forzados a ir a trabajar, sin animo, sin ganas. Pero sobre todo, personas tristes, sin ilusión por nada, con los ojos sin brillo. Curioso ¿no? Después está la parte en que la gran mayoría esta enganchados a sus aparatos electrónicos, es casi un impulso.

Algunos simplemente quieren desconectar, otros, otros solo intentan disimular. Pero ahí están mil historias sin contar. Lo malo es que parece que hagamos todo por obligación, gente con prisas, gente que parece que ya no tiene alma, gente que se limita a existir a cumplir con lo establecido. Y nada, cada uno con sus cosas, pero al final no somos tan distintos. Al final nos preocupan las mismas tonterías.

La hipoteca, la familia, el dinero, el amor, los amigos,... Y alguna que otra cosa. Al fin y al cabo, no somos tan distintos... Cada uno con sus problemas, cada uno asumiendo la vida que le ha tocado. Los seres humanos, esa especie que se destruye a si misma, la que dice avanzar pero lo único que parece hacer es estancarse.

Pocos son los que verás leyendo un libro, con toda la calma, otros pocos leyendo el periódico para informarse de que catástrofe natural a ocurrido en el otro lado del mundo.

O quizás para saber qué entretenimientos absurdos hay hoy en la televisión.También están los turistas, tan despreocupados, pero atentos a cada objetos, cartel, a todo.

Algunos intentando entender el idioma, otros pensando en no equivocarse de parada. Ahí están algunos te miran otros no. Unos van por primera vez en metro, otros prueban otra versión de la que existe en sus países. Al final no somos tan distintos, pues somos seres humanos. ¿Y los conductores? Sí, ellos también son personas y van dentro del metro.

Ellos se limitan a pasar horas y horas viendo como sube y baja gente, ¿trabajo poco valorado? Uno más ¿no? Al final todos estamos igual. Empujones, apretones es lo que te puedes encontrar alguna vez en el metro. Los ancianos buscando un lugar donde sentarse, observando cada movimiento de cada pasajero, esperando una alma caritativa. Distraídos, no distraídos todos intentando evitar la mirada.

Los ruidosos y escandalosos también están presentes. Y los silencioso y tranquilos. Hay de todo, sin duda, pero al final no somos tan distintos. Las personas en silla de ruedas, las mamas con los cochecitos,... el ruido que hace el metro al frenar, y el que hace cuando esta en movimiento. Esos pequeños detalles del metro. Las pintadas por todos lados, los rayones también. Al final siempre hay ruidos, el metro no es un lugar silencioso.

El subir y bajar de la gente, los pocos que hablan, el músico que se sube para conseguir unas monedas. Y ahí esta una vez más el enfado de la gente por "el ruido de la música". Los nerviosos e impacientes hay espacio para ellos también. Y ahí estamos como sardinas en matadas todos conviviendo.

Quizás unos con más o menos problemas, pero al final todos somos iguales. El que escucha la música sin auriculares, el que si, pues hay de todo. Gente extravagante, gente discreta al final hay de todo. Puede que te toque un día en el que el metro va lento o todo lo contrario.

Puede que te toque en un horario donde esta completamente vacío o no. Pero al final siempre habrá un pequeño detalle que se te escape. Al fin y al cabo la gente esta ahí siempre habrá aunque sea una persona. Gente confía y otra que no tanto, pues también están los carteristas.

Otra grupo de personas, que se supone que lo hacen porque no tienen nada, pero quizás son las mafias. Altos, bajos, gordos, delgados, al fin y al cabo no somos tan distintos, todos somos pasajeros de estos transportes.

Señales de reservado que casi nadie respeta, además de las que indican estrictamente que no hay que entrar cuando se escucha el dinero pitido.

Pero casi nadie hace caso a esto. Después esta la situación en la que nadie deja salir pero todos quieren entrar. También te puedes encontrar a uno que otro guardia, sin embargo no es que asusten mucho, pues la gente se sigue colando igual. La gente sigue a su rollo, sin proteger sus pertenencias y es ahí cuando se producen los dichosos robos. Pero sea como sea al final no somos tan distintos, 'cada loco con su tema', pero casi nos preocupan las mismas cosas.