Esto que estoy a punto de contar es la historia de un jugador compulsivo que un día y por casualidad escuchando la radio en una emisora local donde estaban abordando el problema del juego, este hombre contaba su vida como jugador y animaba a otros jugadores a salir del juego yo escuchándolo y después de meditarlo me puse en contacto con él y después de escucharlo durante varios días le comente que sería de gran ayuda poder hacérselo llegar a la gente, me contesto que no le importaría pero que prefería seguir en el anonimato aunque si yo quería escribirlo el encantado, me contaría toda su vida y aquí paso a relatarles todo lo que me conto, todo es real aunque me hizo mucho hincapié en no poner nombres porque estaba en un grupo de apoyo llamado jugadores anónimos y que el anonimato era requisito indispensable para pertenecer a dicho grupo.

Así que sin más paso a contaros todo lo que me fue relatando, no me va a coger todo en un artículo pero si tiene interés lo iré relatando en escritos sucesivos

Nos situamos en el año 1981 en una sala de juegos de aquel entonces donde los pinball los futbolines y las primeras máquinas de marcianitos era lo más destacado de dichas salas pero en una esquina casi escondida colocaron una maquina con unos bolos que al introducir una moneda de cinco pesetas si golpeabas dichos bolos que llevaban impreso un número recibías como premio la cantidad marcada en el bolo que iba desde uno a veinte duros, ese día empezó mi calvario en el juego.

Poco tiempo más tarde llegaron las cataratas donde metías monedas de veinte cinco pesetas y una especie de catarata de monedas era empujada por una plataforma y aunque daba la impresión que un montón de monedas caería de un momento a otro tan solo dos o tres se colaban por el sitio exacto mientras que la gran mayoría se caía se colaba por las esquinas y el premio era para el dueño de la sala.

Al no tener aun 18 años el acceder a un bingo o a un casino por aquel entonces era imposible así que por algún tiempo ese tipo de máquinas era lo único a lo que tenía acceso pero eso ya me llevaba a gastar mi asignación semanal y a coger dinero a mi madre de la cartera porque no me llegaba.

Descubrí el póker por casualidad una noche en un bar donde solía parar y donde después de cerrar cuatro o cinco amigos jugaban junto con el dueño lo que llamaban timbas y una noche me invitaron a quedarme, yo no sabía jugar pero pasado dos o tres semanas yo también estaba sentado en esa mesa unos días perdiendo otros ganando pero lo que si hacía era alimentar esa atracción hacia el juego que pocos años más tarde me llevarían a la total destrucción como persona.

Cuando aparecieron las primeras máquinas tragaperras digamos que de formato más o menos al que conocemos actualmente aunque menos sofisticadas yo ya tenía muy metido el juego en mi cabeza casi todo el dinero que caía en mis manos era para jugar y que la fortuna me sonriera de vez en cuando no hacía más que incrementar mi adición y al ser premios rápidos hicieron que me decantara por ese tipo de juego el de las máquinas.

Empezó mi calvario de mentiras y de engaños para conseguir el dinero que cada vez en mayor cantidad necesitaba para jugar y empecé a tener las primeras deudas pidiendo prestado dinero a amigos y dando los primeros sablazos a padres y familiares todo era poco y cuando ganaba en alguna ocasión esa euforia no hacía más que desear jugar más y en más cantidad me había convertido en compulsivo aunque todavía faltarían unos años y un montón de deudas para llegar a reconocerlo.