Día a día estamos sometidos tanto directa como indirectamente al bombardeo constante de un sinfín de información sin filtro alguno. Recientemente hemos sido testigos queriendo o no de los graves atentados ocurridos en París, hace algunos días.

Paralelamente a ello también, hemos sido testigos de atentados en Oriente Medio aunque sin tanta repercusión mediática. Perplejos ante tanta violencia y tanto morbo de la prensa ordinaria realmente, llegamos a un punto en el que no sabemos qué postura tomar si es que debiéramos tomar alguna como pareciera que nos obligan sigilosamente los medios.

Esto coincide con el acercamiento de las fiestas "decembrinas" que casualidad o no, alerta en cierta medida sobre la seguridad local de cada país sea o no, miembro de la Unión Europea.

Justinoy la solidaridad social

Si habéis tenido la «suerte» de verlo, os daréis cuenta de que es una historia que como no, apela ferozmente a la emoción porque su gracia está en ello y en la venta de sus boletos año a año es gracias a la empatía lograda con el simpático personaje. Justino, como habrás visto, parece un hombre corriente, de esos que ves por la calle y de esos que perfectamente puedes ser tú.

Vigilante en una fábrica de maniquíes, Justino se pasa la noche entera cuidando de su entorno y de que todos (él y sus maniquíes), estén a salvo.

Aprovecha para entretenerse ya que nunca coincide con sus compañeros de «carne y hueso», integrándolos en sus tareas nocturnas, como comer, divertirse para matar el tiempo, etc. Siempre solo.

Las vueltas de la vida dan como consecuencia que no pueda apuntarse a la lotería colectiva de Navidad de su empresa por lo que ignora entre comillas lo que su destino le tendrá esperado.

Al día siguiente del sorteo, Justino ve que su fábrica ha sido ganadora.

Resignado por no haber podido apuntar su nombre en la lista, es decir, por no poder comprarlo, vuelve apático a su trabajo. Casualmente, se encuentra con uno de sus maniquíes al salir del ascensor con un billete en la mano. Un boleto ganador que sus compañeros de trabajo le ceden.

Al final, todo es risas y festejo. Cual cuento navideño.

¿Somos más solidarios de lo que nos hacen creer?

Estamos en unos días más que específicos para que nos atosiguen en la prensa sobre este tipo de anuncios. Que si las emociones, que si los reencuentros, que si la familia, la paz y la solidaridad.

Más allá de las diferencias de estereotipos, que si fanatismos de cualquier clase, que si hoy son ocho los apellidos vascos, que si mañana son los catalanes, que si un muro en la frontera, que si solidaridad con quienes huyen de las detestables situaciones bélicas...

Al final, todos somos seres humanos y eso ninguna empresa, ni ningún Estado que se precie como tal, deberá impedirlo. Al fin y al cabo, la clasificación y el etiquetado en vez de unir, no hacen más que separar. ¿No crees?