Tras la caída del comunismo los dramaturgos rusos habían dejado sus buenas ideas gastadas, en post de la lucha contra un sistema que había acabado oprimiendo la libertad del creador, y al mismo tiempo una sociedad que se sentía maniatada. Ese manantial de lucha social y crítica acabó, dejando perdida a las musas sin horizonte parecido. La creación teatral rusa de los 90 entro en un espacio yermo y sin ideas, para tras la primera década del 2000 y con la llegada de Putin, aparecer la llama del Teatro reivindicativo, eso sí con otra cara y con variables mucho más existencialistas.

El movimiento del Nuevo Drama generó un grupo de dramaturgos brillantes donde Ivan Viripaev (Moscú 1974), es uno de sus miembros relevantes. En ese mundo se mide, ya exiliado en Varsovia, como figura crítica al actual gobierno de su país, pero es el ámbito de los seres humanos y sus tragedias de identidad, el amor, la pareja, la vida… el espacio de creación de este joven dramaturgo. Ilusiones, una comedia, se nos revela como un drama que termina con la muerte de los cuatro actores (dos parejas) que han evolucionado en la obra, mostrando 50 años de relación. Con una estructura por escenas no lineales, sin razón aparente con la narración convencional, los personajes se dirimen en un sinfín de dudas existenciales.

La obra es narrada por una figura externa, mientras que el actor expresa en voz alta los pensamientos de los personajes, en un esfuerzo por entender, sin historia aparente, los conflictos existenciales de estos seres que nunca han podido alcanzar sus ilusiones.

El autor no rechaza los problemas locales del pueblo ruso, más bien los universaliza con una visión globalizadora.

Son los problemas del hombre contemporáneo en sociedad sin referentes ya morales, devastadas por el consumo y la imagen. A través de esa tragedia cotidiana, la historia del hombre se desmenuza a través de nuevas estructuras teatrales con un estilo lírico e irónico.