Existe una especie de macabra "maldición" en el mundo del fútbol sobre el jugador del Arsenal Aaron Ramsey. Casualmente, cuando mete al menos un gol con su equipo, algún famoso fallece, de cualquier tipo de rama cultural. Ayer jugó el Arsenal contra el CSKA de Moscú y Ramsey anotó dos goles, por lo que ya comenzaron las especulaciones sobre quién sería el famoso que se vería afectado esta vez por esa "maldición".

Desgraciadamente ha sido uno de los grandes maestros que aún quedaban del cine de animación. Isao Takahata, cofundador junto con su amigo Hayao Miyazaki del mítico Studio Ghibli y director de grandes obras como La Tumba de las Luciérnagas o El Cuento de la Princesa Kaguya, fallecía ayer a los 82 años de edad en Tokio tras una larga convalecencia.

Maestro de la televisión

Es posible que para el gran público el nombre de Takahata no sea demasiado familiar. Sin embargo, si comenzamos a enumerar alguna de sus obras más significativas, en seguida nos vendrán a la memoria recuerdos de nuestra infancia disfrutando de ellas. Estoy hablando de series como Heidi, Marco, Lupin III o Ana de las Tejas Verdes. Series que marcaron varias generaciones y que tienen la firma de Takahata, que por entonces desarrolló más trabajos en televisión que en el cine.

Aunque su primera obra destacada fue el largometraje de La Princesa Encantada (1968), donde ya comenzó sus colaboraciones con Miyazaki, fue en la pequeña pantalla donde se labró un nombre con series tan míticas como las anteriores.

Durante los años 70 desarrolló estas y también realizó tareas de guionista, productor y animador en tantas obras. Pero siempre apostando por un estilo muy personal de cómo desarrollar los personajes y cómo tratar la animación como un arte diferente.

Maestro del cine

A partir de los años 80, gracias a la cofundación del Studio Ghibli, aprovecha la flexibilidad que le da esta empresa para desarrollar trabajos más personales.

Siempre se ha mostrado como la contrapartida de Miyazaki durante su carrera: Takahata ideaba películas más experimentales, más arriesgadas, donde la animación era más conceptual y donde la recepción del público no era lo suficientemente rentable.

Pero se tratan de grandes obras como Mis Vecinos los Llamada o la última que realizó como director: El Cuento de la Princesa Kaguya.

En ellas no es importante la calidad de la animación como tal, aunque siguen demostrando un exquisito gusto por el dibujo y la expresividad, sino que es la propia historia y la particularidad de la obra lo que la hacen destacar por encima de las demás.

Siempre trabajando a la sombra de Miyazaki, que se llevaba los principales reconocimientos académicos y arrasaba en las taquillas de medio mundo, pero la labor de Takahata en el cine de animación en general es de los que no se puede olvidar. No se puede concebir la animación a día de hoy sin tener en cuenta algunos de los trabajos de Takahata. Se nos ha ido un maestro irrepetible. Descanse en paz.