Lo que representó en su momento el lanzamiento del Iphone en el mundo de la telefonía móvil, equivale a lo que sucedió a principios de la década de los 40 del pasado siglo, cuando se presentó el primer prototipo del tren que estaba destinado a revolucionar el ferrocarril en España.
Alejandro Goicoechea fue un emprendedor, el notable ingeniero e inventor decidido a reinventar el concepto de tren para crear uno único en el mundo. Y José Luis de Oriol, el empresario industrial y conocido político, quien pese a las adversas circunstancias de entonces tuvo una clara visión para comercializar sus innovaciones.
Y su financiación fue fundamental para hacer realidad el sueño de una invención que sin duda alguna ha sido una de las grandes revoluciones de la historia de la industria ferroviaria. Nos referimos al tren Talgo, acrónimo de “Tren Articulado Ligero Goicoechea-Oriol”.
Nacido en Vizcaya en 1895, sus capacidades y aptitudes le llevaron a ingresar en la Escuela de Ingenieros del Ejército, graduándose el primero de su promoción. En 1921 tras haber prestado sus servicios como militar, Goicoechea inicia su andadura como jefe de material en la Compañía de Ferrocarril Bilbao-La Robla.
Espíritu innovador
El material rodante ferroviario era muy pesado debido sobre todo a las locomotoras. Por otra parte, los vagones de pasajeros eran estructuras de madera con soportes de hierro remachados y atornillados.
Las tablas se astillaban con frecuencia debido a su fragilidad a las vibraciones, lo que suponía un grave riesgo para el pasaje.
Goicoechea quería solventar estos problemas, y estudia con suma atención la técnica de la soldadura que ingenieros alemanes principalmente ya habían empleado en la construcción industrial y naval. Su objetivo era conseguir unos vagones mucho más ligeros y resistentes, lo que permitiría circular a más velocidad.
En 1926, logra construir el primer vagón totalmente soldado. Años más tarde, perfecciona un nuevo sistema de rodadura radicalmente innovador para la fecha. Consistía en una disposición de las ruedas entre cada vagón, y solo emplear dos por cada uno de ellos.
En abril de 1936 registra una patente, donde describía su nuevo sistema para el transporte ferroviario por rodadura elevada.
Un tren con la característica de tener un bajo centro de gravedad, que imposibilitaba descarrilar incluso a altas velocidades en curvas.
Durante la contienda civil española, en 1937, fue nombrado capitán en el bando republicano, y participó activamente en la creación del denominado Cinturón de Hierro. Una compleja línea defensiva establecida en torno a la ciudad de Bilbao. Después se pasaría a las filas nacionales.
Patentes Talgo S.A.
Retoma su actividad como ingeniero, y en 1941 crea el primer prototipo del Talgo. Íntegramente fabricado en aluminio, resplandecía con su ligereza de diseño futurista, en una época de las máquinas de vapor.
Es en 1942, tras conocer a Oriol, cuando ambos deciden constituir la sociedad Patentes Talgo S.A, invirtiendo la cifra de un millón de pesetas de la época.
Años después el empresario se desvincularía de la empresa.
A partir de los 60 es cuando comienza una trayectoria exitosa, perfeccionándose e introduciendo continuas mejoras como la marcha en ambos sentidos, superar velocidades de 200 km/h, adaptarse al ancho de vía europeo sin detener el tren, etc.
En la década de los 80, surgiría el célebre Talgo pendular, de gran éxito comercial al ser exportado a varios países. Proporcionando una experiencia de viaje en tren más confortable y rápida. Estos desarrollos y sus derivados están hoy muy presentes en los trenes españoles de alta velocidad.
Un genio hasta el final de sus días
A la edad de 89 años, cuando Alejandro Goicoechea falleció en 1984, el mítico creador del Talgo continuó inmerso en su labor con nuevos proyectos e ideas, entre las que destacaban: su concepto de tren vertebrado y sobre todo, su solución mixta compuesta de túnel y puente, para el enlace fijo sobre el estrecho de Gibraltar.