Este mes de abril se cumplen 25 años de la inauguración de la primera línea de AVE, entre Madrid y Sevilla. Años después le fueron siguiendo otras líneas, y actualmente somos el segundo país del mundo con más kilómetros de AVE, pero no de usuarios. Ha supuesto un gran avance en materia de transporte, reduciendo notablemente los tiempos de viaje, pero mucha gente ignora la cara B de este invento: allí donde va el AVE, el ferrocarril convencional queda diezmado o directamente desaparece.
La cara B del AVE
Mucha gente no sabe que la construcción de la LAV Madrid–Sevilla supuso la clausura y desmantelamiento del tramo Parla–Ciudad Real, de la línea convencional Madrid–Ciudad Real–Badajoz, para aprovechar buena parte de su trazado y asegurarse de que el AVE no tuviera competencia.
Esto dejó a muchos pueblos sin tren, varios de ellos de gran importancia, como Torrejón de Velasco, Mora, Orgaz, Los Yébenes y Malagón. Suman hoy en día una población de unos 58.000 habitantes. Además, eliminó la conexión directa entre Madrid y Toledo. Esta última pasó a hacerse únicamente por Aranjuez, suponiendo un rodeo frente al camino directo por Parla.
Más tarde, otras líneas convencionales fueron cerradas en cuanto vio la luz el AVE. En otros casos ha supuesto un brutal empeoramiento del servicio del tren convencional. Un empeoramiento tal que en muchos casos el autobús es más rápido, frecuente y barato.
El AVE se come el presupuesto
El AVE consume casi todo el presupuesto que se invierte en ferrocarril, tanto en construcción como en mantenimiento.
La construcción y el mantenimiento de un km de AVE es muchísimo mayor que un km de ferrocarril convencional. Esto supone que muchos tramos de la red convencional quedan dejados de lado y acaban en muy malas condiciones, amén de los que ya estaban en condiciones nefastas desde antes.
Podemos ver el caos de cada día en los servicios de cercanías, especialmente en Madrid y Barcelona, donde hay retrasos, averías en instalaciones y trenes y supresiones de trenes todos los días.
También reina el caos en las líneas de vía estrecha, de la antigua FEVE. Muchos trenes son suprimidos por averías o falta de maquinistas y los trayectos se realizan sistemáticamente en autobús. También faltan revisores en los trenes, viéndose los viajeros que suben al tren en estaciones sin taquilla obligados a viajar sin billete, con todo lo que ello conlleva.
AVE a todos los rincones de España
El AVE está bien para comunicar ciudades grandes muy distantes entre ellas, conexiones como Madrid-Sevilla y Madrid-Barcelona. Pero nuestros políticos están empeñados en llevar el AVE a todos los rincones de España, cueste lo que cueste. Vemos así líneas de AVE a sitios donde no hay demanda suficiente, como en Huesca. Y estaciones sin sentido en medio del campo, como Guadalajara-Yebes y Cuenca-Fernando Zóbel. O la estación que está previsto construir en Otero de Sanabria, un pueblo de 26 habitantes, además ubicado en una zona escasamente poblada.
Tarifas engañosas
Una de las mayores pegas del AVE es el elevado precio de los billetes. Incluso con los descuentos que se ofrecían inicialmente por coger billete de ida y vuelta, con carnet joven, grupos… seguía siendo muy caro.
Esto lo solucionaron con las tarifas promocionales, que ofrecen descuentos de un 60 o 70%. Pero estas tarifas requieren comprar el billete con mucha antelación y renunciar a derechos fundamentales, como elección de asiento, cambio y anulación.
Conclusión final
¿Ha sido el AVE una buena idea? Sí, pero el enfoque que se le está dando no es bueno y nos está arruinando a todos. España no tiene una densidad de población ni un nivel de riqueza que justifique poner AVE en todas las provincias. Muchos países de Europa nos superan en estas 2 cosas, pero tienen menos km de alta velocidad y en muchos casos no es AVE como tal.
Sería mucho más viable y económico detener la construcción del AVE por doquier y reformar la red convencional, y ampliarla para que cubra bien todo el territorio.
Gracias a los cambiadores de ancho, es posible fletar trenes que utilicen las LAV ya construidas y luego la red convencional, ofreciendo así unos tiempos de viaje muy competitivos. De hecho, esto ya se hace en muchas conexiones.