La nueva película de Steven spielberg, Los archivos del Pentágono, es una película de homenajes. Es un homenaje a un periodismo ya extinto por causas naturales, me atrevería a diagnosticar, pero es también un homenaje al periodismo como profesión, como cuarto poder. El argumento puede parecer muy manido, que lo ha sido, sin embargo el siempre original Spielberg narra este trepidante drama de forma tan brillante que a uno se le pasan los 116 minutos volando. Es también un homenaje a la mujer, una reivindicación de su importancia y de la valentía que tuvieron y tienen que tener para entrar sin complejos en mundos controlados exclusivamente por hombres y alzar la voz.
La realidad supera a la ficción
Los acontecimientos en los que se basa la película ocurrieron en junio de 1971 cuando, a raíz de la filtración de una serie de documentos gubernamentales de alto secreto, los periódicos The New York Times y The Washington Post desafiaron al gobierno de los Estados Unidos publicándolos en primera plana, dejando al presidente Nixon en una situación más que comprometida. Estos documentos sacaron a la luz graves mentiras y manipulaciones perpetradas por el gobierno durante décadas en relación a la ya muy cuestionada Guerra de Vietnam. Mentiras que incluían el sacrificio de miles de jóvenes por una guerra que se sabía perdida prácticamente desde su inicio e incursiones en zonas e incluso países (Laos) sin comunicárselo a la ciudadanía.
La denuncia por parte del gobierno a los mencionados periódicos generó un gran debate en el país en torno a la libertad de prensa y finalizó con el triunfo de éstos en el Tribunal Supremo.
Previsible pero muy emocionante
La trama se desarrolla de forma relativamente predecible, sin ningún giro brusco de los acontecimientos y desembocando en el tan ansiado final que todo espectador desea.
La dirección es, sin embargo, tan brillante por parte de Spielberg, que en ningún momento puedes apartar la mirada ni la concentración de lo que estas viendo, ni se te ocurre. Esto se debe al ritmo vertiginoso de los acontecimientos conducido, con la maestría característica del director, de forma increíblemente clara. En ningún momento uno se siente abrumado por esta vertiginosidad, al contrario, produce una sensación de emoción y adrenalina que te mantienen en una tensión constante.
Buenas interpretaciones, Meryl Streep de Óscar
Las interpretaciones son ejemplares sin excepción. Tom Hanks, con un papel finalmente a su altura, encarna a la perfección al astuto Ben Bradlee, director del Washington Post, quién, de forma algo oportunista pero con valiente y tozuda determinación, lucha contra viento y marea para que los documentos sean finalmente publicados, conociendo la posibilidad, altamente probable, de que esto le costase su trabajo. Periodismo en estado puro que lucha contra todas las presiones externas que intenten coartar su canto a la verdad, pero muy especialmente contra las del gobierno.
Lo de Meryl Streep es directamente ya de escándalo, me importa bien poco cuantas veces haya sido nominada o galardonada, en mi humilde opinión debería ganar el Óscar por esta interpretación de Katherine Graham.
Interpretación tan realista que llega a sintetizarse con el personaje de tal forma que olvidas que estas viendo a la legendaria actriz y solo puedes ver a la aparentemente débil y confundida Katherine en una situación en la que nunca habría previsto y ni querido estar. Tras la muerte de su padre y de su marido, por suicidio, hereda el Washington Post a los 45 años de edad, sin haber trabajado en su vida y es súbitamente engullida por un mundo exclusivamente de hombres. Con la apoyo del segurísimo Ben Bradlee pero sobre todo con una enorme valentía para hacer frente a chantajes y presiones de todo tipo, y a la posibilidad real de perder el negocio de su vida y de la de su padre, Katherine Graham da el visto bueno a la publicación de los documentos secretos.
Este momento es el momento culminante de la película, una mujer aparentemente débil en un mundo de hombres en el que los hombres le dicen constantemente lo que hacer o no hacer, ella toma las riendas de su destino en el momento más importante y con su firme decisión realiza un acto revolucionario por y para la nación y el mundo, pero también un acto revolucionario para ella, una mujer en un mundo de hombres, una mujer decidiendo sobre los ellos y decidiendo bien.