Son muchos los que en estos tiempos, en ocasiones cuando ya han desarrollado unas carreras profesionales en otros ámbitos, se lanzan a la aventura de Escribir su propio libro. La extensión de la cultura y de la educación universitaria, y de los ciclos formativos de alto nivel, han logrado que el placer de la lectura motive la ganas de crear historias que tengan la propia impronta.

El número de escritores es mayor que en ninguna época de la historia, lo mismo que el número de lectores. La literatura aún tiene fuerza incluso frente a las nuevas tecnologías.

Pero escribir es una tarea complicada. No se trata sólo de juntar líneas unas con otras, sino que es importante que lo escrito sea bello. El arte es una forma de éxtasis del alma y los sentidos, y la literatura no deja de ser una manifestación artística. Por lo que el fin último de la literatura es agradar mediante la belleza del lenguaje. La "forma" lo es casi todo a la hora de escribir. En este breve artículo, vamos a dar unos pocos Consejos prácticos para encarar ese primer manuscrito que toda persona soñadora pretende que vea la luz.

La literatura es sentimiento

En efecto, escribir apela al corazón, y no sólo a la mente. Si escribir fuera sólo una cuestión racional, un manual de matemáticas avanzadas sería, posiblemente, el summum de la literatura. Pero no es así. Exceptuando quizás a unos pocos en el mundo, un manual de ese carácter no podría producir el placer y la sorpresa que se encuentran en una buena novela o un buen poema . Esto no quiere decir que la literatura sea sólo una cuestión de "ficción" o de "poesía". Pero es evidente que estos géneros son como la punta del iceberg; o si se quiere, los adalides de la literatura.

Porque escribir es un esfuerzo del corazón, y no sólo una tarea de la inteligencia. Por eso, las máquinas no podrán crear poemas como "Serás un hombre", de Rudyard Kipling, o como "La Ilíada", de Homero.

Ni podrán escribir novelas como "Los Miserables", de Víctor Hugo, o como "El Quijote", de Cervantes. Porque el escritor no sólo necesita conocer el idioma y sus reglas, sino que también debe sentir con toda el alma lo que escribe; necesita conmoverse, necesita tener el corazón abierto y sacar muchas cosas de él, como de un desván antiguo y repleto de tesoros familiares, que limpia y entrega al mundo, dejándolos al descubierto en la plaza para que cualquier pueda pasar y llevárselos. Y este esfuerzo del corazón se paga... Escribir consume. Escribir duele.

Escribir es una pasión. Es una vocación. Es un reto. Hay que sentirlo. No vale sólo aprender unas técnicas. Es preciso quererlo con toda el alma, y dedicarse a ello con todo el ser.

Así se crea la belleza. Así se fascina al lector.

Los tres secretos

Manuales para aprender a escribir hay muchos. Cada uno hijo de su autor. Cada uno con sus reglas e instrucciones. Unos son mejores, y otros, peores. Pero por mi parte voy a dar tres pistas, voy a citar tres elementos que para escribir una novela, tu propia novela. Se trata de tres pautas a seguir, tres joyas que cuidar y a las que sacar brillo.

En primer lugar, el estilo. No se puede escribir una buena novela si no se conoce bien el idioma, sus reglas, sus normas de puntuación, etc. La escritura debe ser impoluta. La perfección en la tipografía y la corrección en la ortografía son imprescindibles. Sólo los escritores que dominan el idioma se pueden permitir innovar o modificarlo a su gusto.

Pero para llegar a esto, es preciso disponer del propio estilo. Éste se construye con el control de las reglas del idioma, y se define como el tono o el timbre con que el autor habla ese idioma, que le diferencia de todos los demás. Escribir bien,y hacerlo de la propia forma, esa es la clave.

En segundo lugar, la historia. Toda buena novela necesita una buena historia. Hay que procurar ser original, pero sobre todo atrapar al lector. No es importante la extensión, o al menos no lo es todo. No hay por qué escribir una novela de dos mil páginas. Pero hay que sentir la historia, que tratarla con mimo y dedicación. El lector tiene que notar que el autor ama su propia novela, que siente fascinación por la historia que está contando.

Y la historia misma debe sorprenderle hasta cierto punto. El placer surge no sólo de la forma, sino también del contenido.

En tercer lugar, el ritmo. Tiene mucho que ver con el estilo, pero no se agota en él. El ritmo es la cadencia o sonoridad del estilo combinado con la historia. No sólo es lo que se cuenta, sino también cómo se cuenta. Hay historias que exigen un ritmo más pausado. Otras, uno más vivo. Cada historia, en el estilo propio del autor que la cuenta, tiene un tempo correcto, y ese tempo es el ritmo con que la narración avanza, con que se desarrolla y vive. No está hecho sólo de palabras, sino también de silencios, de elipsis, de imágenes, de dudas y de misterios. La velocidad y la manera en que una historia se va desenvolviendo, la languidez o premura con que los párrafos y la información se suceden, cada una de estas cosas y todo ello en su conjunto es el ritmo.

Lo que debes saber para ser escritor

Muchos te dirán lo que debes hacer para convertirte en escritor. Yo sólo te voy a decir que esto no se logra en un día, sino en mucho tiempo. Es más, que esto no se gana, sino que se lleva dentro. Quizás tú lo hayas descubierto tarde, pero si esa semilla está dentro de ti, no pasa nada: germinará.

Escritor es el que imagina. La verdadera dificultad de la escritura estriba en crear al mismo tiempo que se escribe. Quienes rememoran sencillamente los hechos del pasado que vivieron y los van alineando uno tras otro no alcanzan a elevarse al cielo de la belleza. Ésta sólo mora en la pura creatividad. Se pueden contar hechos reales, pero hay que hacerlo con espíritu de niño: como si no se hubieran visto antes, como si extrañaran en sí mismos considerados.

Las historias reales son literarias cuando se saben disfrazar de los colores de la fantasía. Para ser escritor hay que salir del mundo y entrar en uno mismo. Y sacar de ese pozo de imaginación pura los monstruos, las hadas, los universos que en él se esconden. Aunque sean el nuestro propio...

Escritor es el que sueña. Para hacer soñar a otros, primero debes soñar tú. Sólo cuando una historia te obsesione de verdad, cuando te vayas a la cama con ella en la mente, cuando sientas la irrefrenable necesidad de contarla, de saberla hasta el final y dejarla plasmada en palabras... habrás empezado a ser escritor. Incluso cuando escribes por amor sueñas lo que el amor te traerá. Ese sueño que te seduce se transmite a tu lector como el software de un programa de placer, y el lector se deja invadir por ese sueño hasta hacerlo suyo.

Escritor es el que escribe. Parece sencillo, mas no lo es. Escritor no es quien publica. Escritor no es quien recicla, copia, resume, yuxtapone o se deja entrevistar. Para escribir hay que ser original. Hay que aportar algo que antes no existía. Hay que contar un cuento nuevo. Escribir es contarte este cuento en primer lugar a ti, que lo escribes. Por eso, muchos escritores famosos han afirmado que no sabían bien dónde terminaría su historia; que iban descubriendo la misma conforme avanzaban, como un cuadro que se les fuera desvelando al mismo tiempo se creaba; que ellos no ponían nada, sino que sentían que sólo eran meros notarios de algo que "estaba ahí antes que ellos".

Quizás, en el fondo, escribir es como escalar.

"¿Por qué quiere subir el Everest?", cuentan que le preguntaron una vez a sir Edmund Hillary. "Porque está ahí", contestó. Pues eso... ¿por qué escribimos? Porque hay historias que contar, porque están ahí, esperando, en lo más hondo de nuestra mente y nuestro corazón.