Afamada es la cualidad de aquellas y aquellos que por dolencias de espíritu vuelcan su ser entre líneas, óleos y barros. Virginia Woolf (1882-1941), erudita literata londinense, de inconfundible sensibilidad, casi palpable, agudo ingenio y maestra de metáforas cuasi inefables, pasó su ardiente vida bajo el espectro del trastorno que en nuestros días conocemos como Bipolaridad.

El trastorno afectivo bipolar

Otrora conocido como psicosis maníaco-depresiva, se trata de un conjunto de trastornos del ánimo, tipificado por el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5, como perturbación afectiva crónica.

Quien lo padece, sufre fuertes y frecuentes alteraciones del estado de ánimo ―acusadas en mayor o menor medida en función a su tipificación, a saber:

  • Tipo I, presenta un cuadro de manía pura (cuya sintomatología incluye hiperactividad, irascibilidad, euforia, habla rápida, autoestima exacerbada, disminución de la necesidad de sueño, vuelo de ideas y tendencia a la conducta imprudente por fuerza de impulso), etapas depresivas (tristeza existencial, somnolencia, decremento de la energía, pensamientos suicidas, entre otros), y estados mixtos (la combinación de los anteriores con ciclo rápido, pudiendo existir dichas alteraciones en un mismo día).
  • Tipo II, caracterizado por episodios de hipomanía (en este caso, hablamos de un cuadro de manía leve, los síntomas aparecen menos acusados que en la manía pura) y estados de depresión recurrente. Ciclotimia (consta de etapas hipomaníacas y de depresión menor). Y trastorno bipolar no especificado (dándose lugar en individuos cuyos síntomas pertenecen al cuadro clínico diagnosticable, pero no encajan dentro de los esquemas anteriormente citados―.

Virginia Woolf: la mujer y la literatura

Adalid del movimiento feminista, Virginia Woolf relataba en Una habitación propia ―1929, ensayo basado en el texto de dos conferencias pronunciadas en la Arts Society de Newnham y la Odtaa de Girton― las dificultades de la mujer a la hora de dedicarse a la literatura, sentenciando con firmeza las siguientes palabras: “[…] una mujer necesita dinero y una habitación propia para dedicarse a la literatura”.

Sus planteamientos, lejos de resultar mermados por el paso del tiempo, siguen siendo la norma; el sexismo existente en la literatura marca un sesgo importante en relación al número de escritoras con respecto a escritores, claro ejemplo de ello es la entrega del Premio Nobel de Literatura: aproximadamente, de los 112 galardones repartidos 98 corresponden a escritores, mientras que únicamente 14 corresponden a escritoras.

“Ya que la mujer es la razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso y de la destrucción de la antigua ley, y ya que en consecuencia hay que evitar todo comercio con ella, defendemos y prohibimos expresamente que cualquiera se permita introducir una mujer, cualquiera que ella sea, aunque sea la más honesta en esta universidad”; así se estipuló en el Decreto de la Universidad de Bologna ex profeso a la prohibición de la entrada de la mujer en la Universidad, a fecha de 1377.

Sentencia atroz, que nos aporta ese lamentable contexto patriarcal primigenio universitario. “Las mujeres sólo podían entrar en la biblioteca [perteneciente a la Universidad que frecuentaba] acompañadas de un profesor o provistas de una carta de presentación”, relata en la mencionada obra Una habitación propia; recordemos que la jerarquía masculina española no comienza a ceder en el ámbito educativo hasta el 8 de marzo de 1910, fecha en que la mujer puede al fin acceder a la Enseñanza Superior.

Aún con las desventajas sociales educativas acaecidas, sumemos de nuevo la condición mental de tal admirable figura; una condición considerada como incapacitante, ya que repercute en las relaciones sociales, laborales y personales de quienes la padecen, generando en la praxis una inestabilidad existencial difícil de combatir.

Su entereza, valentía y determinación llegan a nuestros días como ejemplo a seguir; a pesar de las vicisitudes sociopolíticas de la época y su sempiterna lucha interior, probablemente siendo esta misma lucha la que le motivó a la superación de su empeño, terminó por ser una figura más que relevante de su tiempo, y sin duda alguna, del nuestro.