Dentro de los espacios del Museo Reina Sofía, El Palacio de Cristal ubica un nuevo entorno, un lugar donde determinadas obras cobran más sentido que otras. Este es el caso del camino de nombres, uno sobre otros que la artista colombiana Doris Salcedo (Bogotá 1958) ha superpuesto en el suelo del recinto. Lugar que facilita de alguna manera la verticalidad de las obras, es la propuesta contraria, la horizontal, la originalidad de la exposición. Casi a modo de tumbas, o los nombres de las lápidas en un suelo que transpira –como esponjoso- donde las líneas marcadas de los letras supuran gotas de agua donde emergen nombres de seres anónimos en este nuevo proyecto artístico de esta creadora.
El Palimpsepto
Comúnmente denominado a aquellas escrituras borradas que estaban detrás de los textos. Es decir lo que no se veía y lo que los antiguos, reutilizando el papel (principalmente papiro), habían borrado para volver a escribir sobre lo escrito. Sirvió como fórmula de inspiración para bastantes artistas como el caso del escritor Julio Cortazar. En una famosa filmación caminando por París, por las galerías comerciales –que también sirvieron como inspiración al pensador Walter Benjamin en su obra El libro de los Pasajes- nos proponía un recuerdo lejano que aparecía al contemplar una valla publicitaria donde se acumulaba distintos carteles pegados unos sobre otros. El último cartel colocado sobre un groso volumen de carteles superpuestos, versaba sobre el estreno de la película de Bony and Clain (Arthur Penn, 1967).
Ahí, el creador de Bestiario y Rayuela nos detenía la atención para explicar el secreto de ese cartel y los que invariablemente se amontonaban sobre él. Ese afiche le recordaba el tiempo de la infancia y la pubertad cuando en la radio de su casa en Banfield llegaban las aventuras de los dos pistoleros. Se preguntaba por tanto Cortazar, que nuevos caminos y memoria recogerían los diferentes anuncios superpuestos.
Al igual que los aros concéntricos de un árbol cortado, cada cartel era una historia, un trozo de memoria y el inexorable poso del paso del tiempo.
La memoria y las víctimas
Doris Salcedo tras una larga investigación experiencial, ha desarrollado toda una carrera bajo un multifacético trabajo artístico, basándose en la violencia política y los sufrimientos de aquellos seres olvidados, desaparecidos, la humanidad asesinada que no ha salido en las noticias.
Los olvidados, aquellos Nadies como no paraba de recordárnoslo el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Los excluidos de las condiciones de vida digna.
La obra calificada por el director del Museo de Arte Reina Sofía, Manuel Borja Villel como una creación “monumental”, concebida para el espacio del Palacio de Cristal del Parque del Retiro, contribuye, de alguna manera a crear un luto por esas personas. La memoria de esos restos reconstruyen la Historia, fragmentada e incompleta. De esta manera construye esculturas de las víctimas –ella misma se autodefine como una escultora de los olvidados- y concibe su obra como una oración fúnebre con la que trata de erigir los principios de una “poética del duelo”.
Y lo hace desde la premisa de que solo a través del duelo, que ella considera la acción más humana que existe, se puede devolver la dignidad y la humanidad arrebatadas. Es el tiempo del duelo, el tiempo del recuerdo y con ello la del protagonismo de aquellos seres que no lo tuvieron.
El Arte no puede reponer una vida, pero si recordar las que se fueron y mantener un hilo vital con la memoria de los olvidados. Establecer por tanto una manifestación de cómo nuestra barbarie intenta pasar página sin dejar poso. Contra eso es lo que Doris Salcedo lucha, el olvido es el principio de la próxima barbarie y es la enseñanza de la sensibilidad sobre el hecho, la que nos enseña. Pueden ilustrarlo proyectos seminales como Atrabiliarios (1992-2004), en el que el recuerdo de los desaparecidos se evoca mediante objetos de uso cotidiano que les pertenecieron; series escultóricas de belleza inquietante y estremecedora como La casa viuda (1993- 1995).
Podemos contemplar la exposición en el Pabellón del Palacio de Cristal del Buen Retiro hasta el 1 de abril.