Cibeles es uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Madrid, miles de turistas la fotografían y muchas veces detenemos nuestras miradas para contemplar su regia efigie. Resulta muy familiar a todos los madrileños y madrileñas pero, ¿entendemos todos los elementos que la conforman?
Breve contexto
Nuestro viaje comienza en la región de Anatolia, donde ella era conocida como la Gran Madre, diosa de la fertilidad y de la naturaleza salvaje. Con el paso del tiempo, alcanzó tierras romanas en el S.III a.C., haciéndose poco a poco un hueco en el enorme elenco de las divinidades que componían el panteón latino, con sus mitos, religión, iconografía e iconología.
Es por ese motivo que Ventura Rodríguez, arquitecto neoclásico -movimiento artístico que se inspiró en gran medida en la cultura grecorromana-, tomó como modelo a esa deidad de ese paso tan lejano para realizar el monumento.
Una vez establecida esa pequeña base para entender el contexto de la divinidad, se puede pasar a analizarla desde un punto de vista iconográfico e iconológico.
Los leones
Uno de los aspectos más representativos es la presencia de dos leones, quienes tiran del carro de la diosa. ¿Cuál es el por qué de su presencia? Están relacionados con el mito de Hipómenes y Atalanta (se puede leer en Ovidio, Metamorfosis X 559-706): esta pareja acudió a uno de los templos de Cibeles y, movidos por la llama del amor, consumaron el acto carnal dentro del recinto sagrado.
Ella, furiosa por la afrenta cometida, decidió transformarlos en leones y condenándolos a tirar de su medio de transporte por toda la eternidad. Quizá es por ese motivo que los felinos aparecen representados sin mirarse, como si se dieran la espalda, enfadados el uno con el otro por el castigo infringido (González Serrano, P.
1994: 430).
El rostro
Otro elemento destacado es la enorme faz que aparece en la parte delantera del carro: un rostro masculino con hojas de árboles y piñas. ¿A quién puede hacer referencia? Es la efigie de Atis en su proceso de transformación, amante de la diosa el cual, enloquecido por la propia diosa, se castró y murió a causa de la hemorragia (ver Ovidio, Fastos IV 193-237).
Cibeles, rota por el dolor, pidió a Zeus que su cuerpo no se corrompiera nunca, y de su cuerpo nació un pino, por lo que se entiende la presencia de piñas en el rostro concebido por Rodríguez, junto con delicadas violetas, que simbolizan la sangre derramada por el joven pastor (González Serrano, P. 1994: 437). Con las piñas alternan fustas rematadas por borlas de flecos, que parecen indicar los pliegues del faldón, aunque algunos han visto en ellas la representación de los látigos que empleaban los fieles de Cibeles para fustigarse en sus fiestas (González Serrano, P. 1994: 437).
La diosa sedente
La escultura sedente de la deidad tiene dos elementos iconográficos que aparecen ya en sus modelos romanos: la corona formada por una muralla y el cetro.
El primero es un atributo que remarca su papel como otorgadora de la protección a las primeras ciudades en el mundo antiguo (se puede apreciar en Ovidio, Fastos IV 219-221); y, en el segundo caso, el cetro es otro elemento que porta Cibeles como guiño a su poder como ser inmortal. En su mano izquierda, no obstante, se ven unas llaves, que pertenecen a la ciudad, por lo que Cibeles se alza como la guardiana de toda la urbe. Su trono tiene como decoración bucráneos unidos entre sí por guirnaldas de flores, quizá un guiño a los sacrificios realizados en la Antigüedad en honor a Cibeles y su desgraciado amante (González Serrano, P. 1994: 437).