Cuando uno descubre su verdadera pasión, el propósito de su vida, nada ni nadie ya es capaz de desviarle de su camino. Eso fue lo que le pasó a Mary Fairfax Greig Somerville (1780-1872), hija del oficial naval William George Fairfax y de Margaret Chanters. Sus padres apostaron por dar una buena educación a los varones, mientras las hijas apenas aprendieron a leer. Se complementaba la educación femenina con clases de costura, piano o pintura, suficiente para hacer de ellas buenas esposas y madres.

De las artes a las ciencias

Fue precisamente en una de esas clases de pintura que Mary dejó ver su pasión por las matemáticas, cuando su profesor explicaba un problema de perspectiva mediante los elementos de Euclides y la chica prestó más atención a la explicación, que al dibujo y su posible aplicación.

Pese a la negativa de sus padres porque estudiara, la chica contó con el apoyo de uno de sus tíos que la animó a estudiar latín y por lo que acudió también durante un año a un colegio. Sin descuidar nunca sus obligaciones sociales (pues su única aspiración debía de ser encontrar un buen marido, según sus padres) Mary estudia con verdadero interés álgebra de los libros que el tutor de su hermano le facilita. Se vuelve a cumplir el dicho aquel de que “hace más el que quiere que el que puede”, aunque en este caso habría que agradecer también al tutor de su hermano que le facilitase el estudio.

Matrimonios y vida social

A los veinticuatro años Mary se casa con Samuel Greig, con quien tiene dos hijos y de quien enviuda a los tres años de matrimonio.

Vuelve entonces de Londres a Escocia, donde entra en contacto con el matemático William Wallace, con quien colaboró en la resolución de algunos problemas y por lo que fue galardonada con una medalla de plata como mención conmemorativa.

En 1812 se casa de nuevo con William Somerville, establecieron su residencia en Edinburgo y sería allí donde entraría en contacto con científicos de la universidad y lo que haría que su interés por nuevas disciplinadas despertase, tales como el griego, la botánica o la geología.

Su regreso a Londres en 1814, tras el fallecimiento de dos de sus hijos, hace posible que conozca a destacados científicos europeos que visitaban con frecuencia la Sociedad de Londres.

Aportaciones a la ciencia

En 1827 Mary tradujo del francés al inglés La Mecánica Celeste, dando además una completa explicación de las bases de las matemáticas utilizadas por Laplace y convirtiéndose en todo un éxito.

Con su libro "The connection of the physical sciences”, señaló el camino que llevaría al descubrimiento de Neptuno por el astrónomo John Couch Adams, mediante el análisis que ella hizo de las perturbaciones de la órbita de Urano. Editó su “Physical geography", vigente hasta el siglo XX y fue mentora y tutora de Ada Lovelace (considerada la primera programadora de ordenadores)

Reconocida y estimada

Mary Somerville supo abrirse un hueco en el mundo de la ciencia y quedar inmortalizada en cada una de sus obras. También fue condecorada como miembro destacado de varias instituciones y sociedades. Su rostro quedó grabado en medallas conmemorativas, una de oro y otra de plata y, como Meitner, existe un cráter lunar y un asteroide que llevan el apellido de su segundo marido.

Falleció pasado ya los noventa años de edad, con una memoria prodigiosa para la ciencia aunque según ella decía, nula para recordar acontecimientos diarios. Una voluntad impresionante y una pasión inmensa que le llevó a romper todos los límites educativos impuestos a la mujer de su época, formándose a sí misma a su propio gusto.