Ayer concluyó la XIII edición de la #FiestadelCine y lo que podría verse como un éxito demuestra la decadencia de una gran industria. Ya que dejó ver claramente un fenómeno que se produce al momento de ir al Cine.

Hollywood siempre gana

De las doce ediciones anteriores de la Fiesta del cine sólo tres #películasespañolas se han impuesto sobre las producciones de #Hollywood; 'Lo imposible' (octubre de 2012), 'Ocho apellidos Vascos' (abril 2014) y 'Un Monstruo viene a verme' (noviembre 2016) esta última en coproducción con Estados Unidos. Desde que esta iniciativa se puso en marcha en junio de 2009, las películas más taquilleras han sido producciones estadounidenses, recordando la última edición en mayo del 2017 con 'Guardianes de la Galaxia: Vol II', la edición del 2016 fue acaparada por 'El Libro de la Selva' (mayo).

La lista continúa así en las ediciones anteriores con 'Los Vengadores: la era de Ultrón' (mayo 2015), 'Marte' (noviembre 2015), 'Capitán Phillips' (octubre 2013), 'Con derecho a roce' (Septiembre 2011) 'Sexo en Nueva York 2' (Junio 2010) , y así hasta llegar a la primera edición en donde 'Corazón de tinta' (Junio 2009) obtuvo los mayores beneficios.

Los números no mienten

Las cifras que han dejado las últimas ediciones de esta iniciativa muestran que el panomarama no mejora del todo. La última edición de mayo de 2017 solo logró atraer a la pantalla grande a 1.510.428 espectadores, 198.790 menos que en la primavera de 2016 y el dato más bajo desde 2012. Aún no se conoce el dato concluyente de esta treceava edición, sin embargo en los primeros dos días únicamente había acumulado 880.198 entradas vendidas, muy por debajo de las 909.442 entradas del otoño de 2016.

La pantalla grande ha muerto

Los datos anteriores muestran que el cine como actualmente lo conocemos ha comenzado a morir, y no es porque la oferta sea escasa o mala, que también puede sumar a su caída, sino que se ha hecho claro que los hábitos de consumo de productos audiovisuales se han modificado. Internet trajo consigo una nueva manera de consumo, el usuario dejó de ser un ente pasivo que esperaba a recibir su dosis de contenido en un horario y día determinado.

Se rompió esa barrera y por primera vez se le dio al espectador la posibilidad de controlar; de elegir, de juzgar y de ser escuchado, de recibir un feedback.

El usuario del siglo XXI tiene la opción de decidir cómo consumir: en dónde, cuándo hacerlo, pero más importante aún de compartir y de apropiarse del producto. Contrario a esto está la experiencia que implica asistir al cine que parece sumar una serie de pasos que hoy no encajan con la manera actual de consumo: 1) buscar en cartelera algo que nos llame la atención —y que en principio será una producción Hollywoodense—, 2) buscar un cine cercano a casa, trabajo o escuela, 3) acordar con amigos, familia, novio asistir a una hora especifica, 4) buscar disponibilidad, 5) comprar el billete y, si todos esos factores convergen, 6) asistir a la sala de cine y estar sentado durante 2 horas —en promedio—sin poder pausar la película para ir al aseo, leer un mensaje de whatsapp, contestar una llamada importante, ir a por un vaso de agua o a por más palomitas.

¿No es más fácil llegar a casa, ponerse el pijama, prender el ordenador, entrar a la cuenta de proveedor de audiovisuales elegido y ver la película o serie favorita, después de haber pedido comida y disfrutarla mientras se está calentito en la cama o en el sillón?

Y no es que el largometraje esté muerto, para nada lo está, es la gran industria como la conocemos, que incluye distribuidoras, exhibidoras y grandes empresas productoras la que ha comenado un declive, pero este nuevo cambio también ha abierto la oportunidad para comenzar a ser más flexibles y buscar nuevos modelos para producir #cine de una manera rentable.