El amor es todo y es nada, es sexo y volar y luego perderse para luego volver a encontrarse, y de nuevo el amor nada, es sexo para volver a perderse en un viaje interminable de encuentros. Si acaso nunca encontrarse, solo perderse en ese encuentro en busca del amor todo. Pero quizás el amor se encuentra en el lado oculto de la luna, en el ventrículo más oscuro del corazón, aquel que no se ve, pero está, el rincón del músculo que no le da la luz del día, y en donde la sanidad pública nunca llega a tiempo.
El film que nos aturdió a una jauría de jóvenes veinteañeros aún revolotea en nuestra memoria. Nos educó en el arte del encuentro para aprender a buscar. Era 1992, y aquellas palabras del poeta uruguayo Mario Benedetti de su poemario Corazón coraza siempre nos atraparon, volviendo una y otra vez:
“Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo, un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho que amanezcan con un aliento afrodisiaco o insecticida. Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias.
Pero eso sí, y en eso soy completamente irreductible, no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Película para mentes abiertas y corazones profundísimos, recojo un comentario de youtube de una joven que a vueltas a saboreado el néctar… Vuelvo a recordar las imágenes y bucear en las palabras de esta película, un guión que se sujeta en constantes líneas poéticas, que posibilitan entrar al otro lado del film, en el que la historia ya no cuenta y los meros instantes te hacen imaginar, atrapándote en una constante imaginario. De esos versos me acuerdo, le dijo el enamorado Oliverio a la muerte, no me esperes... voy a llegar tarde o, A veces una herida te recuerda que estas vivo… Que hermosa es la vida si en vez de dinero pudiéramos pagar con poesías.
Bajo este concepto la historia narra el viaje poético y surrealista de Oliverio Girondo, el poeta que se vendía para sacar plata con la publicidad –me recuerda a mi antes de perderme- en busca de amantes. Unos amigos artistas, una mujer que siempre está, el amor seguro, la muerte y él que busca el amor furtivo, perdiéndose oscuramente en los cuerpos. Ejercicio de deseo mucho más honesto que la búsqueda de la perfección: ese amor, todo un acto de desencuentro constante con la realidad que nos lleva al desastre. Oliverio, (Dario Grandinetti) lo sabe, pero se deja llevar por esa espuma…Todos lo buscamos, dicen que existe, aunque coloquemos una coraza al corazón porque ahí todos somos vulnerables.
En esa deriva de búsquedas el film se desarrolla de derivas y paseos sonámbulos por la ciudad… encuentros en alcobas, bares y otros tugurios como el cabaret donde Oliverio encuentra a su amor, una prostituta que recita a Onetti, y Benedetti. El poeta uruguayo está presente en el film, no solo en el guión –los versos que se escuchan son parte del repertorio del autor de La tregua. Mario se encuentra en ese rincón con las otras chicas, recitando su poemario en alemán. Al igual que Hölderlin y su Hiperión, Benedetti hace de la mujer su patria alemana.
Eliseo Subiela (Hombre mirando al sudeste, 1986; Ultimas imágenes del naufragio, 1989), sus films siempre ha estado impregnado de eso que se pretende en el Cine “lo poético”, tanto en la imagen como en este caso con la palabra.
Decía el genial cineasta portugués Joao César Monteiro que ver recitar poesía en una película no era sinónimo de cine poético. Subiela en El Lado oscuro del corazón llevó a cabo esa apuesta redundar en las imágenes por su puesto, pero navegar sobre las líneas de los versos de Benedetti.
Podemos volver a saborearla en los cines Dreams de Madrid, y en toda la cartelera del Estado