Mientras que el conde no hacía nada para aliviar las tensiones con su pueblo y hacer que vivieran más tranquilos, su esposa fue la única que tuvo la empatía de intentar mejorar la vida de sus súbditos y tuvo que pagar un precio humillante por parte de su marido. Este tipo de casos son más comunes de ver ahora, en siglo XXI. Sin embargo, no tiene el mismo significado hacerlo ahora que en el siglo XI (en la Edad Media) donde desnudarse tenía un precio mucho más alto y desnudarse era de una valentía extrema, llegando a ser peligroso.

Esta mujer no dudó en hacerlo

El desnudo como protesta no era habitual en la Edad Media

Actualmente, el desnudo a modo de protesta es algo que se utiliza con frecuencia. Sin embargo, en el siglo XI no existía mujer que hiciese ese tipo de actos ya no solo por lo peligroso que pudiese ser, sino por la moralidad y todo lo que lo acompaña. Esta joven en ningún momento se plantea la duda con tal de salvar a su pueblo de los malos tratos de su marido, siendo una figura relevante para la mujer ya sea cierto o solo una leyenda.

¿Quién es?

Su nombre real es el de Godgifu, pero fue alterado para la mayor difusión de la Historia y es por eso que terminó llamándose Lady Godiva. Su esposo era Leofric, el conde de Chester y aparece junto con su mujer por primera vez mencionado en un libro del siglo XII que se encontraba en una abadía.

Según esos escritos, ambos son representados como importantes y generosos, realizando una buena labor de defensa de sus tierras. Seguramente, Leofric tomaría ejemplo de su esposa después de lo ocurrido, o eso quiero pensar.

La arriesgada apuesta

La historia que hizo famosa a esta gran mujer comienza con sus vasallos, que están ahogados en impuestos hasta el punto de que son considerados excesivos.

Al Conde Leofric poco le importa porque no hace nada por mejorar su relación con el pueblo y es ahí cuando Godiva intenta hacer de mediadora y le pide a su esposo que por favor mejore la relación porque no estaba bien lo que estaba haciendo. Leofric, que altanero y con supuesta alta superioridad, le dice a su esposa que lo hará, pero, con una condición: que debe darse una vuelta a caballo desnuda por su cariñoso pueblo.

El Conde, un estúpido, se cree que no va a aceptar tal reto. Es decir, que no tenía pensado cambiar los tributos, lo que le hace ser un canalla. Sin embargo, infravalorando la valentía de su esposa, se sorprende al escuchar la respuesta de la misma que es un sí como una catedral. Sin dudarlo, se dispone a realizar el reto pero con la condición de que los ciudadanos estén dentro de las paredes de sus casas y sin mirarla. Todos en el pueblo lo acataron salvo un chico llama Tom.