En las variadas vertientes filosóficas del determinismo, el que concierne al de clases, diagnostica que en función a la clase social en la que nazca el individuo, su vida se desarrollará en ese ambiente sin poder acceder a otro. España es un país de clases, lo ha sido y lo sigue siendo. Los que gobernaban hace trescientos años siguen siendo los mismos. Distintos perros con el mismo collar. Decía Pérez-Reverte que con el franquismo gobernaban los abuelos, con la democracia los hijos y actualmente los nietos. Pero, ¿y si los nietos son unos auténticos inútiles?

La caída de Bosco

Con la forma de falso documental o "mockumentary" intenta reconstruir en retazos de realidad la vida de Bosco, el hijo de un ministro del PP, imputado y encarcelado por diversas corruptelas, mostrando su evolución desde que por motivos forzados se traslada de la Moraleja hasta Lavapiés.

Si bien hay que pasar un poco por encima de la fórmula "cámara en mano", que pretende parodiar programas como Callejeros, ya que se antoja algo repetitiva y complicada de asimilar como realista, la originalidad y lo arriesgado de la propuesta, la interpretación de Santiago Alverú y, en definitiva, un guión muy bien escrito, hace que el conjunto general salga muy reforzado.

Bosco, protagonista en "Sefie"

Selfie es absolutamente hilarante. Bosco es un pijo inofensivo que sin complejos muestra su forma de ser a través de comentarios y sucesos que le van ocurriendo. Su particular forma de ver la vida, y sus reflexiones constantes dentro de su alienación están mostrados como si fuese un documental sobre un animal extraño dentro de otra especie en la que se siente incómodo y nunca termina de encajar.

Al ser una película muy naturalista, pretende parecerse lo más posible a la realidad y corre el grave riesgo de caer en los tópicos sociales, pero los sortea muy hábilmente con dosis de humanidad que nos llega a hacer empatizar con el protagonista. Algo muy difícil teniendo en cuenta los orígenes de éste. Santiago Alverú hace un "tour de force" interpretativo impresionante y muy complicado donde su evolución es mostrada con sutileza y verosimilitud a lo largo de los 90 minutos que dura el film.

¿La clase obrera va al paraíso?

El título del film de Elio Petri nos sirve para preguntarnos si el camino hacia la miseria que sigue Bosco es su camino de redención. Su personaje podría ser juzgado desde la dirección para que lo detestemos, por sus puntos de vista, por su origen opulento y su irresponsabilidad constante, pero nos lo muestra con una gran ternura. Es un joven que se comporta como se comporta, porque nadie se ha preocupado por enseñarle prácticamente nada, lo que le convierte en un inválido social (que no un parásito, lo que es su padre), que irónicamente termina trabajando con minusválidos y enamorándose de una chica invidente que pertenece a Podemos. Su caída nos provoca empatía y ahí es donde está uno de los grandes aciertos del film, que como las grandes comedias, nos hace reír mucho para mostrarnos un trasfondo triste y bien amargo.

Selfie es una película perversa en el mejor de los sentidos. Muestra cómo al pobre animal que lo protagoniza, cuando hay problemas su familia le da la espalda y le abandona en la tradición de los héroes clásicos. Pero Bosco no es un héroe, sino un ser humano al que su novia y sus amigos le dan la espalda y sus compañeros de partido no quieren ni ver, despachándole con una sonrisa falsa y cruel. La humillación que sufre al verse como un pez fuera del agua en su nueva vida es antológica en lo tragicómico.

También se la juega constantemente, llevando al límite al espectador y provocando conscientemente vergüenza ajena para incomodar y empatizar con sus miserias. Hay secuencias entre lo hilarante y lo patético, como cuando el propio Bosco se acerca a la mismísima Esperanza Aguirre para ver si recuerda a su madre, con la "lideresa" desconcertada mientras se mezcla realidad y ficción.

Las secuencias del protagonista trabajando con discapacitados bordean el riesgo constante y nos recuerdan al Buñuel de Los Olvidados.

La película de Víctor García León se antoja necesaria en un momento como el actual en el país en el que estamos. Un Cine fuerte, arriesgado y comprometido que no cae en tópicos y muestra a España como un esperpento difícil de mirar en el espejo (en este caso en el móvil) con buenas dosis de comedia melodramática como si fuese un Berlanga de nuestros días. El director de buenas películas como Más pena que gloria o Vete de mí, se reinventa en esta buena crónica de nuestros días que, con un exiguo presupuesto, hace del defecto virtud. Muy recomendable.