El cineasta cordobés de 53 años vuelve a entregarnos una película hermosa y rara dentro de nuestra cinematografía, probablemente sin el apoyo como debería de las instituciones, ni el reconocimiento. Gerardo Olivares es una de esas raras avis que de vez en cuando surgen en el páramo cinematográfico de un país. Fue capaz de ganar la espiga de oro de Valladolid con su film 14 kilómetros (2007), cuando hacía mucho tiempo que un cineasta español no recogía el galardón. Esto quedaría en anécdota, si no fuera porque su Cine sigue siendo una obra honesta, partiendo desde una idea muy clara que surge del documentalismo, el real cinema y sobre todo su cercana vocación por la Naturaleza.
El realizador en otro país que no fuera éste, pongo Francia, ya estaría apuntalado por el valor de su trabajo y su cine hubiera hecho escuela. Su cercanía y buen hacer desde la fotografía –como buen cineasta comenzó llevando cámaras y rollos de foto... por si alguno no se ha enterado todavía, el cine viene del movimiento de una fotografía 24 veces por segundo. Este profesional que comenzó en el campo del documental televisivo -ayudando por todas partes- para luego comenzar a trabajar en la fotografía y de a poco, presentar sus proyectos y guiones. Nos ha llevado de esta manera por un cine con muchas esencias que viene de lejos, desde el afán del viajero como Robert Flaherty, o desde las influencias etnográficas de Jean Rouch.
Un cine de una narrativa fácil pero con una complejidad basada en la propuesta. Siempre es difícil hacer cine con animales, hacer cine de material documental, o recoger el espíritu de la aventura del real y llevarla a la ficción. La gran final (2006), tenía en la vivencia de tres grupos étnicos, indios del amazonas, caravana de inmigrantes en el Sáhara, y las tríbus trashumantes mongolas un material de trabajo que se podría haber quedado en lo costumbrista pero Oliveras nos lo transformo en una inteligente y divertida visión de la globalización gracias a la final del campeonato mundial de fútbol (2004) entre Brasil y Alemania.
Hermanos de viento, esta última entrega es un cuento con un grande de la pantalla Jean Reno, pero que, curiosamente pasa desapercibido una vez más por la propuesta –esto es el cine realmente- El film es un película donde el documental de la naturaleza, la filmación de los animales, hace completamente subsidiaria la historia de los actores. Una vez más el bueno de Gerardo Olivares hace cine con unas mimbres poderosas que se adentran en las esencias del séptimo arte, para ubicar su cine en un espacio particular de nuestra cinematografía.