Bajo un cierto recuerdo de la canción de los Beatles, Blackbird podría parecer una apuesta melancólica, lo cierto es que la obra dirigida por la actriz y directora Carlota Ferrer lleva a la escena uno de los textos más controvertidos sobre los amores prohibidos. Una niña de 12 años recuerda el encuentro amoroso que tuvo con un hombre maduro. Lo moral por tanto revolotea sobre nosotros como una sombra negra y engañosa. El texto expone los límites del amor, donde explora cómo uno puede ser al mismo tiempo víctima y verdugo. Los tabúes de la sociedad sor resquebrajados y la obra nos lleva hacia la reflexión: ¿podemos juzgar bajo nuestra sacrosanta moral la vida de nadie?
La sociedad por el contrario juzga a la supuesta víctima que deseó al hombre que la dominaba y que llegó a amar. Ella vive en el mismo lugar de los hechos mucho tiempo después, señalada por todos. El desprecio del entorno, la sociedad aún la juzga por el miedo que llevamos dentro todos. Él, huyó, cambió de nombre, ciudad y trabajo y ahora es una persona respetable que tiene otra vida. Ella le pregunta y le busca desde la oscuridad de su corazón, de nuestro propio deseo. Eso que no es controlable por nuestras normas de uso. El sistema no tiene respuesta para ello, cada uno de nosotros la debemos de buscar desde nuestra butaca, desde nuestro rincón.