Un Aki para los amigos en estado puro nos ofrece esta última mirada de un hombre solo. El autor finlandés sabe como ningún otro tejer del drama de la soledad, un refugiado más como ocurrió en Le Havre, un estado de estupor cómico y de estética minimalista. Kaurismäki, al igual que un mueble de estilo finlandés nos regala un sentido de la existencia de líneas rectas y bellas que parecen descojonarse de un mundo que nos hiela el corazón cada día. Un hombre perdido, solo y triste se convierte en una historia divertida donde, una vez más, la simpleza de la vida se topa con la estupidez del poder y su defecto la burocracia.
Es en ese espacio donde Kaurismäki siempre lo borda y muestra la incoherencia de todo el sistema planetario humano como si fuera Waster Keaton ante una locomotora. Aki en estado ebrio o sobrio, da igual, es el maestro de la tragedia del hombre ante su soledad en estos tiempos de facebook. Un estado virtual del que el cineasta huye con extrema sabiduría para acercarnos a cacharros, coches antiguos y radios de anuncios de los sesenta que se pueden tocar, y así diseñar espacios sacados de una peculiar mezcla entre la Bauhaus y David Hockney. Por tanto la aventura humana que siempre destila está limitada a un acto de resistencia del gesto ante una tragedia absurda a lo Beckett.
Aki quiere cambiar el mundo con la actitud del resilente, para ello tiene a un irreductible grupo de aliados que nunca fallan: Kati Outinen, Kari Väänänen, Ilkka Koivula, Matti Pellonpaa...
un conjunto de actores con registro bajo cero y que están a expensas de la quietud en una escena inabarcable de silencios. Al fin y al cabo en el Cine no hace falta decir nada más, solo mostrar una parodia caustica, un antihumor de la tragedia humana, hacer fácil lo difícil, hacer comedia de la tragedia, y una estética propia porque sí...
de un ser solo, en medio del conflicto general de los egos, de la vida, de la mierda del sistema. Por qué no, después de un bombardeo sobre Alepo con un aterrado exiliado sirio. Aki hace arte con un viejo axioma punk: mucha policía, poca diversión... Todos nos llamamos Aki Kaurismäki, ponme otra cerveza.