El film del director francés Hugo Gélin es una mera fórmula de producción cinematográfica repleta de tópicos y clichés con la intención de hacer hucha en una proyección infinita de palomitas. Las buenas intenciones pueden acabar en el infierno, o quizás ya se sabía que no iba a aguantar más de un asalto a mitad de producción. Mañana empieza todo, de momento confunde, con aquel título de la magnífica película que Bernard Tavernier nos regaló en 1999: Hoy empieza todo.
Pero no, es la historia contada mil veces de un hombre con un bebé que no sabe hacer con él y transcurridos los años de paternidad forzada, se va haciendo mayor, el niño y el padre responsable. En este caso una niña, que hace de su padre, como no, un gigante, que quiere porque hizo de madre, de padre y de todo a la vez, en un salto al precipicio constante para convertirle, esta vez sí, en un hombre y la hija, en un ser humano bueno y de provecho y... ¿La madre? No sabemos, es un ser y sus circunstancias. Pocas cosas se pueden decir del film que intenta indicarnos la bondad del ser humano y la valentía para afrontar los problemas de la vida, o las responsabilidades que se contraen cuando se tienen churumbeles, cosa que evidentemente podríamos suponer sin ver el film.