Existe un lugar en el mundo en el que una de cada diez personas escribe un libro en su vida, y no necesariamente tiene que ser escritor profesional. El abuelo del taxista que te lleva del trabajo a casa, tu vecina, el guía turístico al que has contratado para pasar tus vacaciones en Reykjavik, tu mujer, tu madre, etc. Ese lugar es Islandia y, en Islandia, todo el mundo escribe; lo que sea, pero escribe.

No es que sean, únicamente, la falta de luz, el intenso frío y las 3 horas de sol en enero, en algunas zonas de la nación, los ingredientes perfectos para que este país nórdico tenga un 93% de población que lee, por lo menos, un libro al año y compre alrededor de ocho (sobre todo novela policíaca) sino que también su pasado tiene gran influencia hoy en día.

"Ad ganga med bok I maganum" en islandés “todo el mundo da a luz a un libro” o “todo el mundo tiene un libro en el estómago” es el lema del país con más lectores, Libros publicados y escritores per capita de todo el mundo. Pero esto no sería posible sin la participación y ayuda del estado, quien subvenciona a algunos de sus artistas para que puedan darle a la pluma, o a la tecla, con todo el sosiego que las palabras merecen.

Las ayudas empezaron en los años setenta; primero, alcanzando cifras parecidas a las que cobra un profesor de universidad y más tarde (hoy en día) equiparándose al sueldo de un camarero. Aproximadamente unas setenta personas están cobrando esta ayuda porque, como dice la secretaria de la Asociación de Escritores Ragnheidur Tryggvadottir: “Es la base que permite su profesionalización” y es muy difícil que un escritor pueda vivir solamente de sus obras en un país de 320.000 habitantes.

Lo mejor de todo es que, si bien los editores sí sufren una presión por parte de los todos los escritores divididos por el territorio, los mismos escritores están lejos de padecerla; así como pasa con la competencia, que es inexistente entre, por ejemplo, tres miembros de una misma familia que se ponen de acuerdo para publicar cada uno un año diferente y así no eclipsar sus correspondientes obras.

Sin duda, Islandia sabe cómo seguir escribiendo su historia.