El impresionismo nació en el verano de 1869, cuando Renoir y Monet se citaron para pintar en un recoveco del río Sena, en un cafe flotante con embarcaderos llamado la Grenouillère. Renoir deja a la imaginación del espectador la historia de los personajes de sus pinturas, no exentas de ambigüedad poética.
Para él la esencia de la naturaleza y la pintura constituye una experiencia integral que enriquece los cinco sentidos. Transmitió a su hijo Jean el siguiente mensaje: "tienes que protegerte la yema de los dedos; si la dejas al aire te arriesgas a perder parte del sentido del tacto y a privarte de grandes placeres de la vida." "La obra debe apresarte, envolverte, llevarte."
La exposición consta de las siguientes secciones:
En bañistas destaca "ninfa junto a un arroyo".
La exuberancia carnal en forma de mujer yace recostada como si de una criatura mágica se tratase en contacto con un torrente al que entrega sus secretos. Un matiz de descaro asoma a su mirada, que penetra directa en el alma del espectador. Su pose enigmática obnubila por su encanto.
En "gran bañista" la lozanía femenina es protagonista.Una joven posa exhibiendo su desnudez. El rubor de sus mejillas otorga a su rostro un aire aniñado. El hecho de acariciarse la melena no está exento de cierto simbolismo erótico. Sus formas generosas representan los cánones de belleza de la época.
Ambas obras denotan la importancia del desnudo femenino para Renoir. Fue el primero en abordarlo y es un género que cobró más importancia aún en la década de 1880 al distanciarse el artista del impresionismo.
Sus figuras tienen un punto de intersección común, ya que la cabeza es pequeña y el cuerpo tiene proporciones monumentales.
En el apartado la familia y su entorno Renoir demuestra que los temas familiares son muy producidos. Por ejemplo, en "Gabrielle leyendo" posa la que fuera una de sus principales modelos, prima de su esposa Aline.
Sus rasgos faciales se relajan al disfrutar embelesada del placer de la lectura.
En paisajes del norte y del sur "el estanque Cagnes" sobresale por un cielo aterciopelado que se funde con un embalse recóndito a modo de espejismo para el observador. Las pinceladas difuminadas confieren un realismo fotográfico.
En "figuras en la playa" el mar surcado por barcos de vela constituye un trasfondo idílico.
Dos mujeres disfrutan a su orilla. El perro que contempla el paisaje y el niño que juega en la ribera contribuyen a dotar la escena de naturalidad y serenidad.
En placeres cotidianos Renoir nos ofrece el placer de entrever el espacio íntimo de las protagonistas, absortas en actividades como la música, la lectura o la toilette. En "la trenza", un toque melancólico entristece la expresión de una joven sumida en pensamientos inaccesibles para el observador mientras se recoge una trenza de su larga melena. Sus senos parcialmente descubiertos otorgan a la composición un carácter muy sensual.
En "jóvenes viendo un álbum", la semejanza de los rasgos faciales de las adolescentes sugiere que son hermanas.
Los sombreros con adornos y los vestidos ribeteados ponen de manifiesto la moda de la época.
Por último, se recomienda asistir a una sala envolvente por el paisaje sonoro creado especialmente para la ocasión y ofrece la oportunidad de vivir una experiencia con los cinco sentidos.