El film sorprende por su extraña lentitud, pero todo tiene una razón. La obra es un trayecto personal de dos personajes, la relación filio-paternal de dos seres en las antípodas sentimentales que se tienen que volver a reconocer. O más bien uno de ellos se tiene que volver a mirar al espejo. Por tanto, la evolución precisa su tiempo.
La historia versa sobre Ines, una alta ejecutiva que vive en un mundo de esferas y negocios en lo más alto de la cúspide. Mientras el padre, Winfried, un viejo profesor de piano apunto de jubilarse y separado, que nunca ha tenido grandes metas y que vive con su viejo perro Bobby.
Dos mentalidades en las antípodas, la primera ha abrazado el neoliberalismo mientras el padre es un producto hippie, consecuencia de la educación liberal, creativa y revolucionaria de los sesenta. La pregunta que genera la catarsis del padre a la hija es: ¿eres feliz con tu vida?
Es aquí donde la película da uno de sus variados giros en torno a una serie de gags o juegos que el Alter ego creado por Winfried provoca: Toni Erdman nace para convertirse en el redentor bufón de la vida de Ines. Muchas veces en la vida hay que volver hacia atrás para retomar el buen camino, pues las perversiones del sistema te pueden alejar, no sabes cómo, de los buenos principios. El film utiliza el humor, o mejor dicho, el niño que llevamos dentro para volver a encauzar la senda.
Es una historia muy conocida en el Cine, hombre mayor-niño, ese espíritu chaplinesco desde The kid, o Takeshi Kitano en The Kikujiru´s summer . Toni Erdman no es eso pero casi, es otra forma de interpretar el absurdo o la vuelta al juego infantil, podríamos denominarlo como freudiano (el film es austro-alemán), y desde dos personajes con claras personalidades.
Para ello, uno debe de reconocer que ha tocado fondo, pero no es solo a nivel personal también hay un claro reflejo social. Un modelo productivo y económico que no funciona y que nos lleva a interpretar un papel alejado de nuestra propia alma.
Es el alma lo que Toni Erdman ha decidido despertar en su hija “¿eres humana Ines?
En un principio la hija rechaza al personaje creado por el padre, para poco a poco irle adentrándolo en su mundo. Un mundo de apariencias que se desmorona por los juegos del padre. El mundo infantil de Erdman, un teatro mucho más verdadero que todo la farándula de falsa compostura que el mundo de las finanzas y los encuentros que los empresarios interpretan con tanto apretón de manos. Un mundo vacuo, donde para pasárselo bien hay que esnifar. Ante tanta falsedad había que desnudarse.
Ines ha ido haciendo suyo el mensaje a golpes de disparates que Toni Erdman, y por ende, su directora Maren Ade (Entre nosotros, 2009) nos han propuesto. “Siempre hay un motivo complejo detrás del humor”, así lo señalaba la directora en una reciente entrevista realizada para TVE.
El principal nudo del film, tiene mucho de código para descifrar. Ines organiza una fiesta de cumpleaños en su casa para todos sus compañeros de trabajo como excusa para acercar a los dos polos del negocio, la compañía y los socios rumanos. El ágape, repleto de compostura se desmorona ante la crisis final y redentora de su promotora. Ines no se encuentra cómoda en su vestido alquilado y se desnuda. Para acercar a los invitados que mejor que hacer una fiesta desnudos. Todos estamos desnudos, ya no somos rolles, ni tenemos jerarquías. En medio de este frenesí de extrañeza, el último gran golpe, un ser peludo, sin voz ni forma aparente, irrumpe en la fiesta con un ramo de flores. ¿Qué es esto?
La directora que nos ha regalado un movimiento refinado de cámara a lo Cassavetes, ha inundado el film de símbolo y juego.
Ines reconoce en ese ser al monstruo amigo, al ser imaginario de la infancia, al achuchón que nuestro corazón necesita para despertar nuestra alma. La gran ejecutiva corre tras él con un batín y descalza, en medio de los parques populares de Bucarest, para abrazarle con fuerza. No es papá, o Erdman, es su ser, su alma.