Ha sido un gran éxito en Italia, y ahora llega a España, aunque se sabe que aquí, la comedia italiana ya no tiene el gancho que tenía hace medio siglo, con aquellos grandes actores y actrices que conectaban con el público, aunque es lógico, ambos países han cambiado mucho.

Un médico ateo convencido, Tommasso (Marco Giallini), escucha horrorizado que su hijo se quiere hacer cura, después de acudir a los encuentros del Padre Pietro (Alessandro Gassmann, hijo de Vittorio), que suelta sus sermones como si fuera Eva Hache presentando El Club de la Comedia, sabiendo hacer amenas sus exposiciones del Evangelio a sus oyentes, gente joven.

De paso, Tommasso empezará a discutir con su mujer (Laura Morante, “La habitación del hijo”), que se hartará de ser ama de casa y de sólo adoptar niños del Tercer Mundo y decidirá volver a ser una activista de izquierdas, como en su ya lejana juventud.

Tommasso montará una comedia (literalmente) para dejar en evidencia al cura, pensando que le ha lavado el cerebro a su hijo, inventándose que está en el paro y que tiene una mujer que le pega y un cuñado retrasado.

Aquí empezará un duelo entre ambos personajes, el médico y el cura, que a los más veteranos les podría recordar los eternos enfrentamientos dialécticos entre el cura Don Camilo (muy bien encarnado por Fernandel) y Peppone, el alcalde comunista en aquel pueblo italiano, pero muchísimo más moderado.

Don Camilo y Peppone simbolizaban en su tiempo a la Democracia Cristiana y al Partido Comunista, eternos enfrentados en la postguerra italiana. Nada que ver con el amable enfrentamiento entre Tommasso y Don Pietro.

El guión, falto de pretensiones, es entretenido y tiene varias escenas muy divertidas, gracias a que el director sabe aprovechar a unos secundarios muy eficaces, como el yerno lelo de Tommasso, su hija cursi y pija, el empleado del yerno con bigote de funcionario franquista y la celadora del hospital donde trabaja, a la cual dedica sarcasmos continuos por su sobrepeso.

Todos ellos tienen sus escenas de lucimiento y de robaescenas.

Es mejor la primera mitad que la segunda, que decae algo, aunque el guión reserva algunas sorpresas y giros, como uno en los últimos minutos que hace que todo cambie radicalmente, como un castigo a uno de los protagonistas, el menos esperado.

Todo esto es una puesta al día de aquellas comedias italianas ya mencionadas, con la actualización de roles, que incluso un país tan machista como Italia, y donde la Iglesia Católica todavía influye mucho incluso en gente más racional, el cambio es inevitable.

Aunque se lamenta que ya no haya aquellos actores que llenaban la pantalla ellos solos, lo que se nota en el guión, que reparte protagonismo y lucimiento a partes iguales entre todo el reparto.

Y que todo junto, es agradable de ver. Te queda también la sensación de que todo se queda a medias, que poca profundidad hay en todo, que otros cineastas italianos, como Nanni Moretti, habría plasmado mucho mejor la batalla entre razón y Religión, como hizo en la excelente Habemus Papam, con aquel Papa tan humano y vulnerable que bordaba Michel Piccoli. Pero Si Dios quiere sólo es una comedia amable, que mezcla ese punto de comedia popular con el toque social tan característico del cine italiano.