“No es casualidad que los grandes relatos mitológicos encierren los más ocultos deseos colectivos (…) Tanto el mito sumerio como el germánico, nacen de esa búsqueda incesante de la inmortalidad”, aseguran los sociólogos Antonio Aledo y Angel Basterra en su artículo La inmortalidad en las culturas: un viaje a través de la obra constructora del ser humano, publicado en la Web de estudios de Sociología ambiental.
Como muchas leyendas, la de la inmortalidad se remonta a la Antigüedad. Todas las tradiciones ancestrales hablan de ese ferviente deseo del hombre por prevalecer al paso del tiempo y a su irremediable mortandad.
Nuestra historia humana está plagada de relatos que hacen alusión a esta necesidad de trascendencia. Una de estas narraciones proviene de Oriente Medio.
Cuenta la vida de los uttarakuru, una tribu que habitaba las montañas del norte de la India. Al parecer, gracias al consumo de los frutos de un árbol mágico, no padecían enfermedades ni llegaban a viejos. Se dice que incluso algunos alcanzaron los 1000 años de edad.
Las religiones también nos hablan de diversos hechos vinculados a estas Historias. Tal es el caso de los mitos cristianos del Génesis bíblico, en donde se da buena cuenta de numerosos casos de longevidad extrema, como el de Matusalén, que supuestamente llegó a los 969 años, o el de Noé, que alcanzó los 950.
Por otro lado, en la Grecia clásica también hubo manifestaciones de este interés.
El historiador Heródoto en el siglo V a. C. se hizo eco de ello. Hasta él llegaron los relatos de los espías de un rey persa sobre un manantial de agua mágica en Etiopía. Según decían, beber este preciado líquido rejuvenecía y llegaba a prolongar la vida hasta los 120 años de edad.
Precisamente, lasllamadas ‘aguas milagrosas’ han constituido la base para forjar las leyendas más populares sobre la fuente de la eterna juventud.
La más conocida es la narrada en torno al conquistador español Juan Ponce de León, quien tras invadir Puerto Rico, se dispuso en 1513 a buscarla después de escuchar rumores de los nativos sobre su existencia.
En la Memoriade las costas y costa y indios de Florida, de Hernando de Escalante Fontaneda, éste hace alusión a unas aguas curativas procedentes de un río que él llama ‘Jordán’ y al que le seguía la pista Ponce de León.
No es de extrañar que el agua, elemento necesario en la vida de los seres vivos, haya sido un catalizador para numerosas culturas que anhelaban esa eternidad, sin embargo, no ha sido el único. Durante la Edad Media se consagró una doctrina que buscaba transmutar los metales en oro y alcanzar la inmortalidad. ¿Su nombre? Alquimia. En una próxima entrega de esta sección, hablaremos más sobre este asunto.