El Imperio romano tenía una buena estabilidad en los territorios que había conquistado, pero en el en los siglos IV y V d.C. debido a las invasiones germánicas, el declive económico y el malestar interno provocaron en inicio de la caída del Imperio.

Algunos los factores que propiciaron esta caída comenzaron en el siglo II d.C. con la aparición de grandes revueltas internas tanto políticas, militares y económicas. En lo que a económico se refiere, el declive se debe al debilitamiento de las economías urbanas por la inversión de la riqueza del Imperio romano en monumentos en busca de prestigio.

Este declive que en principio afectó a la sociedad rural, poco a poco fue afectando a las clases más altas por el fuerte declive que sufrió también el comercio y esto trajo consigo la devaluación de la moneda romana, convirtiendo la economía casi en una economía de "trueque".

Durante el siglo III d.C. se vio afectado en mayor medida el ejército, con un gran número de rebeliones que trajeron consecuencias al sistema económico y social romano. No obstante, el Imperio consiguió una gran recuperación en el siglo IV d.C. gracias al liderazgo del emperador Dioclesiano(284-305 d.C.), pero se retiró voluntariamente en el 305 dejando el imperio separado en dos, la parte Oriental y la occidental. Poco más tarde con el gobierno de Constantino unificó nuevamente el imperio y traslado la capital a la ciudad fundada en el lugar de la antigua Bizancio, Constantinopla.

Una vez nos adentramos en el siglo V d.C. comenzamos a observar causas de la caída del Imperio, una de ellas la encontramos en el Imperio Occidental donde la reducción de mano de obra provoca que se tenga que reclutar germanos para el ejército y comprometer tribus para que peleen por Roma, esta fuerte aparición de los germanos en la vida diaria romana propició que en el 410 d.C. los Godos saquearan Roma, siendo la primera vez que Roma sufría una invasión de este tipo, apoyada por causas políticas, económicas, sociales o militares entre otras.