Consideramos que somos libres de pensar, sentir y actuar a nuestro antojo, pero la mayoría de nosotros sin darnos cuenta, dejamos de ser nosotros mismos y elegimos por completo el prototipo de personalidad que ofrecen las patrones culturales y de esta manera nos convertimos en personas exactamente iguales a los demás, tal y como todos esperan que seamos. Si tenemos pensamientos o criterios propios y originales somos la excepción y no la regla.

Nos desprendemos de nuestro yo particular y nos transformamos en autómatas, idénticos a millones de otros autómatas a nuestro alrededor, y así de esa forma logramos no sentirnos ni solos ni ansiosos.

Todos pensamos sinceramente, que verdaderamente somos nosotros mismos y que nuestros pensamientos, sentimientos y deseos provienen de nosotros.

Nuestras opiniones referidas a la política, la belleza, el amor, etcétera, están orientadas esencialmente por lo que leemos y oímos. También deseamos quedar en buen lugar o salvar las apariencias. No somos conscientes de que todos estamos dominados por la misma angustia y la misma necesidad de aprobación.

En muchas ocasiones nos comportamos y nos sentimos como deberíamos y no como realmente nos hallamos en una situación dada, como por ejemplo en una fiesta. El buen humor es el sentimiento que deberías sentir y eso es lo que sientes. Si no es así, sería la excepción de la regla y todo el que te rodea se preocuparía.

A menudo nos equivocamos al tomar una decisión, creyendo que es nuestra, cuando realmente solo estamos cumpliendo con un supuesto deber, la presión social o alguna tradición.

Nos hayamos sumergidos en un estado de inseguridad, de dudas, pues somos un reflejo inconsciente de las expectativas de los demás. Somos lo que los otros esperan de nosotros y hasta cierto punto hemos dejado de lado nuestra verdadera identidad.

Para superar esto, nos buscamos a nosotros mismos en el reconocimiento y en la persistente aprobación de las personas que nos rodean. Así pues siempre que actuemos según las expectativas de la gente y aceptemos su juicio, nos sentiremos seguros pues los demás nos dirán quiénes somos y si estamos haciendo lo correcto o no.

La verdad es que podemos ser libres sin estar solos y sin dudar de todo. Podemos ser independientes sin dejar de estar integrados en la sociedad. Así mismo también podemos expresar nuestros propios sentimientos, pensamientos y acciones y no los que la sociedad o la cultura sutilmente nos exija.