Vivimos en una sociedad consumista, vemos algo que nos gusta y enseguida queremos comprarlo, 'culito que veo, culito que deseo'. Se han ido perdiendo valores importantes que ahora son sustituidos por tecnología, dinero, y programas de televisión que nos cuentan cosas mientras nos entretienen. Si llegas a tu clase, al trabajo o a casa con un nuevo portátil o un nuevo móvil, tienes atención asegurada en ese día. Estamos llegando al punto en que nos encontramos más cola de gente acampada esperando a que saquen el iphone 6 que gente en una feria popular, y eso queramos o no, llega al punto de ser triste.

Todo esto, ha alimentado a los prejuicios en la sociedad que ya eran existentes, pero que ahora, se acentúan.

Tanto hombres como mujeres, nos matamos a hacer infinitas horas en el gimnasio, para que cuando llegue el verano, podamos lucir cuerpo, para no ser criticadas por la estría que te puede salir en el muslo o por tener celulitis. En el caso de los hombres, por no tener abdominales o no tener más masa muscular que el de al lado. Todo esto llega a niveles ridículamente extremos.

El típico prejuicio que llevan arrastrando toda una historia la gente de color o de distinta raza es otra de los tópicos actuales. Aun vivimos pensando que todas las razas son inferiores a la raza blanca. Miramos de otra forma a las personas de color por ser más morenas, a los japoneses por tener los ojos alargados, a los sudamericanos por ser más oscuros y hablar nuestro idioma con diferente acento.

Todo esto sin pensar que al que miramos de 'otra forma', puede ser alguien que haya hecho algo importante en la sociedad, sea un gran deportista, un gran cocinero, o un buen cantante. Pero nosotros continuamos mirándole así por ser diferente.

Y es que la tecnología, aunque nos sea una herramienta de gran utilidad para la comunicación, para buscar información y para distraernos, nos atonta, nos atonta de tal forma que podemos pasarnos una semana viendo vídeos en que la gente se tira cubos de agua a la cabeza, o se tira con ropa al agua, o simplemente hacemos fotos a todo lo que pasa por delante de nosotros para coger Wi-Fi, aunque tengas que caminar dos kilómetros y compartirlo en Facebook, Twitter o Instagram.