La enseñanza hermética de causa y efecto, que sería el karma en el budismo, hinduismo, etcétera, también refleja la ley física de Newton: "Cada acción tiene una reacción igual y de sentido contrario".

No vuelves al mundo una y otra vez para expiar o ser gratificado por lo que hiciste o dejaste de hacer en tu vida anterior. Vienes por decisión propia solo para instruirte y experimentar.

La ley de causa y efecto, no considera posibles castigos o recompensas divinas que haya que aceptar con resignación, sino que son las consecuencias naturales de nuestros pensamientos y actos que a través de múltiples reencarnaciones experimentados por nuestra alma, la cual va evolucionando poco a poco en conocimiento y sabiduría, ya que solo aprendemos a través de la propia comprobación, en otras palabras, en carne propia.

Esta manera de aprender está sujeta a nuestro libre albedrio, es una opción de aprendizaje de entre muchas que podemos escoger.

El karma no se ocupa del juicio entre bien o mal, correcto o incorrecto, más bien es una ley de posibilidades que nos ofrece la oportunidad de elegir libremente lo que de una manera natural nos será reembolsado. La responsabilidad es personal e individual, a pesar de que a veces no es imposible controlar los sucesos, si que podemos dirigir nuestras reacciones, nuestra manera de pensar y de actuar. El alma se desarrolla y crece según la manera en que decidimos actuar y pensar.

"En la vida, no hay cosas que temer, sólo hay cosas que comprender." Marie Curie

No somos nunca castigados por lo que hayamos hecho, lo que hemos vivido solo queda en nuestro interior como un conocimiento, como una experiencia de la cual hemos aprendido, pero realmente el pasado (esa vivencia que hemos experimentado) ya no existe, somos ahora únicamente lo que hemos comprendido, somos la acumulación de todo el conocimiento que hemos adquirido.

No se trata de una distinción entre el bien y el mal, ni el mal es una condena ni el bien es una bendición, sino que son los efectos o consecuencias de nuestro avance y significación evolutiva. El mal mide nuestra ignorancia y el bien nuestra riqueza espiritual.