Cuando nos volvemos consciente de que, como seres humanos, somos mortales y que nosotros mismos y todos los que conocemos vamos a morir, ese momento, ese día, nos corre un escalofrío por todo el cuerpo y nos sobresaltamos, porque, caímos en la cuenta de que dejaremos de existir tal y como somos. Descubrir que en menos de 100 años, absolutamente todos los habitamos del planeta estaremos muertos y enterrados, es el pensamiento más sobrecogedor que podremos llegar a tener.

Desde tiempos inmemoriales, el hombre persigue como fin último liberar a toda la humanidad de la muerte.

Diferentes epopeyas, filosofías, culturas y sabios han querido explicar la muerte, evitar la muerte o prepararse a enfrentarla.

La muerte es de cada individuo, es intransferible, es única para cada uno de nosotros. No importa si eres viejo o joven, si eres enfermo o sano, ella viene cuando tiene que venir; ni antes ni después. Montaigné ya lo dijo: no morimos porque estemos enfermos sino porque estamos vivos. La muerte no es una probabilidad, es una posibilidad.

El primer emperador de la China, Qin Shi Huang, queriendo eludir a la muerte se hizo construir un palacio con 365 habitaciones, para dormir todas las noches en una diferente, y así confundir a la muerte, pero murió envenenado, probando diferentes brebajes para hacerse inmortal.

Muchas son las leyendas en busca de la inmortalidad y la fuente de la juventud. Gilgamesh, un rey de la antigua Sumeria, imploró a los dioses la inmortalidad para su amigo muerto. Dedicó muchos años de su vida buscando una planta que le daría la inmortalidad, cuando al final encuentra, una serpiente se la roba, desesperado él mismo se suicida.

En el antiguo Egipto el Libro de los Muertos, que se traduce como "La salida al día", porque en realidad consideraban a la muerte como un renacimiento. Allí se relata una serie de conjuros para pasar a la eternidad sorteando las pruebas de Osiris y unas guías para reconocer los dioses benévolos. El más famoso es el "libro de Ani", bellamente dibujado y escrito aproximadamente en el 1300 A.C.

Otro gran libro que tendríamos que leer antes de morir es el "Libro Tibetano de los Muertos", escrito en el siglo VIII, y que es una guía con las instrucciones para alcanzar la iluminación en la otra vida. Se le lee a los moribundos y a los muertos antes de los 49 días del fallecimiento.

Hagamos un ejercicio y pensamos ¿qué pasaría si fuéramos inmortales? ¿Existía el amor? ¿El arte? ¿La belleza? ¿Nos esforzaríamos por demostrar nuestros dones? , en realidad yo me imagino un mundo más bien estéril, sin gracia, sin alegrías, sin tristezas, unas vidas vacías y hasta inútiles.

Podríamos creer en que nuestra inmortalidad fue a cambio de que en la vida de los seres humanos existieran todas las cosas bellas que el hombre ha podido construir con sus pensamientos y con sus manos… la pintura, la música, todo el arte desde hacerlo con las manos en las paredes de una cueva, hasta el más complicado artefacto que vuela a las profundidades del cosmos, las sonrisas, el AMOR, que tantos buenos momentos nos hace pasar, la belleza de la mujer y del hombre, sentarnos a ver un atardecer, o simplemente saborear un exquisito postre de chocolate.

Todos estos placeres, todo lo bello de la vida, seguro que nos lo han dado los dioses o quien nos haya puesto en este universo, a cambio de nuestra inmortalidad. Es bueno pensar así ¿no creen?

El gran escritor Portugués, José Saramago escribió una novela llamada Las Intermitencias de la Muerte, lo recomiendo, y allí relata que la muerte se enamora y se olvida de matar a los humanos, por lo que la gente llena hospitales, adoloridos, sufriendo horrendas enfermedades y accidentes, pero no pueden morir, ¡imaginen esto!

Hoy en día no andamos pensando todo el tiempo en la muerte, ya lo dijo el filósofo Spinoza, que por suerte el hombre piensa más en la vida que en la muerte, y así lo hacemos, pensemos en la vida, porque el de la "guadaña" va a venir, de eso estamos seguros, pero que sea cuando él quiera, lo estaremos esperando con toda la sabiduría que tenemos y haremos todo lo posible para ir al otro lado sin miedo.