Todos nos hemos parado en alguna ocasión, cuando está lloviendo, a escuchar el ruido que produce el agua al caer sobre el suelo, o sobre el techo de tu vehículo, si vamos conduciendo, o al golpear sobre el tejado metálico de la casa de enfrente. También nos habremos sorprendido nosotros mismos prestándole atención al sonido que produce un riachuelo que aparece de repente en nuestra caminata montañera, o esos días en los que vamos a la playa a primera hora, cuando aún no hay nadie, o a última hora, cuando ya se han ido todos y nos quedamos solos, y el oleaje está movido y nos ponemos a escucharlo.

En todas esas ocasiones, y muchas otras en las que podemos escuchar sonidos producidos por el agua, la sensación suele ser agradable, relajante y placentera, aunque la mayoría de las veces lo hacemos de forma instintiva, casi sin darnos cuenta. Pero si nos ponemos a escucharlo detenidamente, podremos ver que el simple sonido de una tormenta lejana, o una lluvia suave, o incluso de una lluvia torrencial, nos hace sentir mejor, más tranquilos, y si lo escuchamos durante el tiempo suficiente, puede llegar a provocarnos somnolencia y hasta dormirnos profundamente.

Esos sonidos producen unas frecuencias que le transmiten al cerebro impulsos eléctricos que lo ponen en un estado de preparación al sueño.

Son ondas cerebrales que, depende del tipo de sonido que sea y la intensidad con la que se reciben, oscilan entre los 0,2 Hertzios hasta los 13 Hz. Los sonidos de la naturaleza como el canto de los pájaros o el viento moviendo las hojas de un árbol, también producen este tipo de frecuencias que inducen a la relajación.

Dichas frecuencias se dividen en 3 grupos: las frecuencias Delta van de los 0,2 a los 3,5 Hz, y pueden provocar un estado hipnótico, meditación y sueño profundo, permitiendo que el hemisferios cerebral derecho esté en plena actividad.

Estas ondas cerebrales se suelen utilizar para procesos curativos o provocar procesos hipnóticos o fortalecimiento del sistema inmunitario. Las frecuencias Theta, de 3,5 a 7,5 Hz, te llevan a un estado de vigilia, armonía y plenitud, manteniendo ambos hemisferios cerebrales en equilibrio. Y las frecuencias Alfa, de 7,5 a 13 Hz, que son las que desconectan el hemisferio derecho mientras se inicia la actividad plena del izquierdo, ayudando a la relajación y la tranquilidad, aumentando la creatividad.

Cuando las frecuencias aumentan de los 13 Hz, se pasa al estado contrario. O sea, de los 13 a los 28 Hz, las llamadas frecuencias Beta, el cerebro se pone en estado de alerta máxima, vigilancia, ansiedad e incluso miedo. Sensaciones habituales cuando estamos despiertos, o haciendo alguna actividad que precise de atención, como la conducción o trabajando. Por encima de los 28 Hz, frecuencias Ram-Alta, es cuando se entra en un estado de stress y confusión. Los niveles dependen de su intensidad, siendo estados más ligeros entre 10 y 50 micro voltios, llegando a la mencionada confusión si superan los 200 micro voltios.

Pero volviendo al tema del agua, la manera más sencilla para relajarse o poder dormir relajadamente una siesta y que el cerebro perciba que ha dormido varias horas, lo más práctico es grabar varias secuencias de sonidos de agua, sean de lluvia, tormentas, agua corriendo, etc., y ponerlas en modo "Repeat" en nuestro reproductor de mp3, colocarnos los auriculares, tumbarnos, cerrar los ojos y escuchar atentamente los sonidos que nos llegan, sin ocupar nuestra mente en otra cosa.

El resultado es altamente positivo. Pero que nadie lo use como un sustituto cotidiano del sueño nocturno, porque el resto del cuerpo también necesita relajarse, no sólo el cerebro. Aunque si tu trabajo es más mental que físico, podrás comprobar que realmente funciona y que te encuentras más productivo y con más energía.