Ya se ha dicho con anterioridad y yo comparto este punto de vista. Somos como actores, directores y guionistas de toda nuestra vida, escribimos nuestra historia, creamos nuestros decorados, elaboramos el argumento e interactuamos con otros que también están interesados en el mismo tema. Esta puesta en escena que hemos creado, tenemos que vivirla como real, pero somos tan buenos actores y nos involucramos tanto en nuestros papeles, que no nos damos cuenta de que existen también otras obras y otros actores rodando simultáneamente.
Hay muchas más cosas a nuestro alrededor de lo que nos permitimos ver o estar conscientes.
En todas las actuaciones individuales o en grupo, habitualmente surgen problemas y nuestra evolución depende en gran medida de cómo resolvamos los mismos. No culpemos a nadie ni a nada por los conflictos, retos ó tragedias que puedan aparecer, pues recordemos que hemos escrito nuestra propia historia. Ninguna película está exenta de propósito, aprendemos a través de nuestras actitudes y nuestros comportamientos. Todos sabemos de lo que va la obra y tenemos a nuestro alrededor todo tipo de señales.
Estamos en estado de transformación, aprendiendo el arte de la realización. Poseemos ilimitados medios y recursos para desarrollar la creatividad.
Debemos encontrar en nuestro interior la manera de manifestar las creaciones y el ingenio que llevamos dentro. Todos los actores tenemos un libreto y un papel que interpretar y comprender, el cual conocemos intuitivamente.
Aceptamos colectivamente la suposición de que toda la información nos llega de afuera, a través de nuestros sentidos físicos y por eso nos concentramos tan intensamente en la película en la que actuamos, olvidando que solo somos actores interpretando el papel que hemos elegido. A través de nuestros sentidos internos podemos aprender a ver la verdadera realidad, al margen de nuestro papel en la película en la que estemos actuando. Dejando un poco de lado nuestra constante actividad física y mental podemos centrarnos cada vez más en reconocer a nuestro Yo interior, nuestro verdadero ser.