El ser humano es de verdad incomprensible en su razonamiento, en sus impulsos, en sus decisiones e incluso en la claridad de sus sentimientos.

Puede que el que me lea está separado o divorciado o hasta puede estar pensando en casarse y hasta a punto de hacerlo, en este último punto, el de estar a punto de casarse es el que con más ilusión y ganas mira el futuro e incluso el que asegura seriamente que los sentimientos de ambos son no sólo fuertes sino que es la mujer o el hombre de su vida y que nada podrá con ese amor.

Y llegará el momento mágico, inolvidable, único: el del "sí quiero".

Con un poco de suerte la luna de miel ( estamos en crisis profunda así que muchos puede que la luna de mil se reduzca a un fin de semana) así que luego de la misma que será un derroche de felicidad y pasión, de besos y de sueños, de planes y de ilusiones aderezados de esa fuerza y empuje extra que nos da el amor y nos convence que somos capaces de todo y más al punto que no existe duda ni sombra alguna que seremos esa pareja ideal la cual será la referencia de cómo debe ser un matrimonio.

Al cabo de un tiempo más de uno comprobará que no es lo mismo unos días juntos y unas cuantas horas juntos a la semana que compartir todos los días de tu vida junto a esa persona, sí, claro, la amas pero añoras algunas cosas que ahora en pareja ya no puedes hacer, salir a determinada parte o comer tal o cual cosa e incluso te pone de los nervios lo mal que canta en la ducha y mil detalles más que poco a poco van menguando la pasión de los primeros meses de matrimonio.

Invariablemente y por más sólida que sea esa pareja tarde o temprano la primera discusión llega, sea por nervios o por que la situación que atraviesan tensa la relación y una palabra salida de tono o incluso no dicha es el pistoletazo de salida para esa discusión que puede ser anecdótica y puntual por que al fin y al cabo no existe pareja en el mundo que no haya mantenido una discusión.

La cosa es que dependiendo del grado de tolerancia y también de los cimientos de la pareja y sobre todo de la fortaleza de los sentimientos la pareja o bien irá naturalmente buscando o fabricando o manteniendo la llama de la relación y si ese amor es fuerte, verdadero y existe madurez en ese amor irá pasando el tiempo que los llevará a superar las dificultades cotidianas e incluso a ir afianzando la pareja hasta llegar a ser sólo uno que se comprende con una mirada y conoce al otro por el tono de su voz e incluso de escribir o mirar.

Eso sería lo ideal y no es raro que suceda aunque con el paso del tiempo el simple hecho de estar casados nos brinda seguridad ante nuestra pareja y bajamos la guardia, nos volvemos menos cariñosos y hasta olvidamos que el amor se alimenta de pequeños gestos, de pequeñas acciones, de palabras dichas que salen del alma y caemos en la rutina que acaba por provocar desgate en la pareja.

La coyuntura que atravesamos y que es externa a nuestro matrimonio como lo es la faceta económica provoca que estemos más propicios a la discusión y todos sabemos que en el calor de una discusión muchas veces decimos cosas que luego nos arrepentimos y por más que pidamos perdón ya han herido a tu pareja, las palabras sin excepción hieren y duelen más que mil golpes al punto que esa discusión puede ser el motivo de una erosión dañina y progresiva en la pareja.

Si la pareja o al menos uno de los dos no pone freno y busca como mínimo cicatrizar eso llega a convertirse en costumbre y se pierde el respeto a la pareja en lo que debería ser una discusión constructiva que los lleve a mejorar la relación acaba siendo la oportunidad para denigrar al otro, para herirlo y para dañar su autoestima al tiempo que si sus sentimientos no son genuinos y fuertes empujan al mismo a que su " llama" se apague poco a poco o incluso a que justamente, al ser sus sentimientos no tan profundos busque esa comprensión y ese cariño fuera del matrimonio.

Por las razones que sea un buen o mal día llevados por el calor de una discusión o hartos ya de una convivencia de una relación de la cual pensamos no tiene solución cambiamos aquellas dos palabras mágicas del día de nuestra boda por tres que son tremendamente duras y que muchas veces las decimos sin pensar: Quiero el divorcio.

Normalmente llega primero la separación que trae con ella una serie de enfrentamientos y acusaciones mutuas sobre quien tiene la culpa y seguimos diciendo cosas que hieren al otro, que lo alejan de nosotros al punto que podemos llegar a sentir que lo odiamos y deseamos alejarnos lo más posible de esa persona, que desaparezca, también por lo general nos arrepentimos de haberla conocido y nos juramos nunca más pasar por el mismo trago y finalmente abandonamos o abandonan el hogar.

Claro que existen otros motivos como la infidelidad o la adicción al juego, la bebida, las drogas o el más común de todos: el amor era humo, una falsa ilusión y puede que también no fuera para ambos lo que habían soñado que sería.

El caso es que por más raro que parezca 5 de cada 10 personas divorciadas al año o antes están arrepentidos de la decisión tomada, echan de menos a su pareja, sienten que han fracasado en la vida o piensan incluso ( esto con mucha frecuencia) que han sido irracionales e intransigentes, muchos sienten que siguen amando a esa persona y ni te digo nada de la cantidad que se arrepienten y se dan cuenta del tremendo error de haberse divorciado al ver a su ex pareja de la mano con otra persona.

Algunos de la boca hacia afuera siguen afirmando que tomaron la mejor decisión mientras que por su tono de voz o incluso su mirada dicen todo lo contrario, otros con un poco de humildad y mucha autocrítica admiten que en realidad no querían dejar a su pareja y hasta llegan a admitir que sigue estando allí, en su cabeza y en su corazón.

Claro que están los otros 5 de los cuales no he dicho nada y aquí ya la cosa cambia, en su gran mayoría ( 3 de cada 5) están felices de haber tomado esa decisión y 4 de cada 5 ya tienen otra relación, en algunos casos por que sencillamente no saben estar solos o por que no pueden mantenerse por sí solos, algunos de ellos por otras razones pero el caso es que 5 de cada 10 no tienen problema en admitir que se arrepienten de haberse divorciado y aquí no existen matices, 5 de cada 5 se arrepienten de ser divorciados e incluso 1 de cada cinco ha retomado su vida en pareja con su ex esposa o esposo.